Max, revuelto y presuroso, ha entrado en casa hace un rato. No aguanto más los actuales episodios nacionales, me dice. Le miro atónito. Yo tampoco, le digo, ¿qué puedo hacer por ti? Acompañarme, me voy unos días a perderme a donde no llegue el ruido de los panfletos ni la prensa ni los cánticos ni el vocerío inclemente ni los trapos de serie ni las músicas celestiales. Con un gesto me invita a acercarme a la ventana. Oh, tu viejo Maserati del 66, exclamo con asombro, que fue siempre de segunda mano. Pero si creí que lo habías vendido. Y así fue pero mi comprador, el vecino que conoces del otro lado del río, lo usa poco y me lo presta para la ocasión. ¿Retorno al pasado?, y río con sarcasmo. No. Max se muestra tajante. Huida al pasado sería otro episodio nacional ya finiquitado. Allí no hay refugio. Voy a preparar un pequeño equipaje y vuelvo a buscarte. Oye, le respondo descolocado, que yo tengo compromisos, que tengo que acabar unos escritos. Y él: si eres capaz de soportar la tabarra que queda, allá tú, no vengas. Luego no digas que te arrepientes. En media hora estoy de vuelta. No nos merecemos esta situación insalubre, hay que poner tierra real y suelo imaginario por medio. Pero ¿a dónde ir?, insisto. A todas partes llegan los episodios que dices tú. Déjalo de mi cuenta, ratifica ufano. Hay maneras de salir de la épica cochambrosa, y comida y alojamiento no nos faltarán sobre la marcha. ¿Lo demás? Mirada y más mirada a la tierra bendita que muchos la hacen maldita, salta convincente.
Vaya, unos días que doy vacaciones a la escritura, pienso. Tal vez sea bueno para ella y para mí.
Vaya, unos días que doy vacaciones a la escritura, pienso. Tal vez sea bueno para ella y para mí.
(Ilustración de Gustave Doré)
Pues aquí te esperamos. Y si te fueras al pasado, que sea para coger impulso para el presente.
ResponderEliminarDisculpad la falta de respuestas de estos días. La verdad es que sigo sin saber qué decir que sea sensato.
Eliminar¡Decidme adónde vais. Yo también quiero huir de este ambiente estridente y malsano que envilece al ser humano que lo respira.
ResponderEliminarFanny, aunque uno haya puesto kilómetros de por medio ya sabes que no se logra escapar del todo de los ambientes enrarecidos y viscosos, pero te diré que el mejor sitio de fuga y abrigo está en nuestro propio cerebro. Naturalmente, hay que saber mantener el clima dentro de la mente para que nos acoja.
EliminarTambién habré de hacerlo yo.
ResponderEliminarSalut
Escapemos de la miseria ideológica, pero me niego a no utilizar la Razón y el Diálogo con los que quieran usar estas propiedades.
EliminarMe voy a un lugar recóndito donde ningún puñal pueda alcanzarme.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Francesc, tienes una capacidad de abrigarte que ya quisieran muchos. No sabéis cuánto agradezco a los que comentáis por aquí vuestra sinceridad y mente abierta. Ahora bien, hay que aprender a desarmar al navajero, ¿no crees? Hemos hecho el panoli durante mucho tiempo, o nos ha podido la ingenuidad y la fe en los políticos oportunistas. ¡Todos lo han sido! Ya no me recato en mantenerlo.
EliminarMe voy con Max.
ResponderEliminarHuyendo del frío de los hombres, buscando el calor de los hombres. Parezco Heráclito, ya lo sé, pero tienes sagaces oídos para entenderme.
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