Es el espanto lo que te tapa la boca. Tu manera de sortear los temores que te causa todo lo que no esperas o no estás preparado para recibir. Y sin embargo, sin el miedo no serías del todo. Miedo ante las pruebas más iniciales, ante las exigencias a distintos planos que te has ido encontrando atravesando el tiempo, ante lo fortuito y lo previsible. Te enseñaron que no hay mayor horror que verse arrastrado por la carencia más perentoria. Ya veías cómo aquellos progenitores, Iwazaru, iban siendo previsores, pero también te dabas cuenta de que no todo estaba en sus manos. Nada era tan simple como subir a lo alto del árbol y dar vueltas al coco hasta romper su cordón umbilical y hacer caer el fruto. Ya entonces había técnica. Ya alguien se preocupaba de inducir a otros para beneficiarse del esfuerzo. Pero los temores eran tan plurales, dibujaban tantos rostros, se disfrazaban con tal multitud de sugerencias que pronto advertiste que cuando conjurabas un temor ya estaba creciendo uno nuevo por algún rincón de tu ámbito desconocido. Cada novedad te atraía, pero su oleaje arrastraba expectación y sobresalto. Ahora me dices, Iwazaru, que la mayoría de los animales de nuestra especie se crecen con sus experiencias y, naturalmente, con medios de sorprendente invención. Que así se fortalecen. Que conciben ilusiones y esperanzas, es el lenguaje al uso. Pero cada brizna de seguridad trae consigo una dentellada de pánico. Unas veces se anuncia desde fuera de los cuerpos. Otras sube desde las venas marcadas o, más hondamente, desde las vísceras donde el hacer y el deshacer genera un día más de vida. Ordinariamente, los factores de temor coinciden en el territorio de cada individuo y nos confunden, se ratifican asolando con ansiedad, rasgando nuestras energías, desequilibrando la apreciación de la existencia sin que sepamos en ocasiones a qué carta quedarnos. Iwazaru, lo peor es cuando me cuentas que ni siquiera el sueño te libra de los miedos de este lado, y que cuando sueñas te atenazan ficciones cuyos augurios no sabes interpretar. Te digo, pues, que resistas. Sujeta tu risa de malditismo ahogada. El miedo no está hecho para anularte sino para que desentrañes sus ocultas motivaciones. Y le plantes cara.
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Si.
ResponderEliminarBuen consejo.
Besos.
Se trata de no sucumbir, Azzul. Gracias, buena noche.
Eliminar¿Quién dijo miedo si para morir nacimos?
ResponderEliminarPues todos y cada uno de los Sapiens seguramente, y si el miedo es sentido y emoción y no solo atisbo de racionalidad pues probablemente las otras especies del género Homo, que fueron unas cuantas, también lo percibieran. Y desarrollemos o no el razonamiento cultural sobre la muerte es sobre todo instinto, y ella misma produce pánico, pero no solo la muerte, porque cualquier individuo se instala para transcurrir eso llamada vida y ahí el arco de temores y miedos van de la mano de las relativas seguridades y protecciones. La cultura de la vida conlleva implícitamente una cultura de la muerte. Pero hacer hincapié, como ciertas religiones nada liberadoras hacen, solo en la muerte me parece un chantaje...para mantener un negocio caduco.
EliminarAy si contara....La vida racional por el hecho de existir parece que dejaría de serlo sin la retroalimentación de su propia disipación.
ResponderEliminarNo veas los apuntes de un pasado muy lejano que acabo de releer, pero no los publicaré porque solo desnudo aquel entonces si me parece que pudiera rendir alguna utilidad puesto que a través de la red me he desencantado al respecto. Deberé seguir construyendo mi castillo de naipes en solitario aunque nada me agrade mas que compartirlo, a la espera que en el futuro pueda rendir algún servicio. Entonces mi ausencia evitará tanto el presente y familiar sentido de fracaso como la soberbia de la desubicación.
Por supuesto haces bien en hacer lo que tengas claro. La red solo es un medio cuya utilidad cada cual sabe y DEBE controlar a la hora de la expresión. No forzar nuestro margen narcisista y preservar el grado de pudor que se nos antoja, y hacer ficción, eso sí, de cuanto nos parezca. Tal vez por eso aún me dé por mantener este blog o iniciar caminos diferentes o acaso pudiera ser útil parar del todo. Dejarse llevar por esa boda entre los sentidos y la razón. Que puede acabar a platazo limpio, claro, jaj.
EliminarExcelente la conclusión del final. Intentaré atarme a ella cuando se me insinúe algún episodio de pánico (los he tenido alguna vez viajando en auto)
ResponderEliminarVivimos rodeados de motivos que nos ponen en alerta y nos obsesionan incluso. Si uno se pregunta ¿cuánto de lo que hacemos en nuestra existencia controlamos y tenemos en ello seguridad?, por ejemplo, ¿qué seríamos capaces de responder? ¿Qué porcentajes saldrían? Los hombres creemos conjurar el miedo en la medida en que nos llenamos de seguridades relativas, entre ellas las propias relaciones familiares o afectivas que ponemos en práctica, pero ¿son ellas mismas seguras? ¿Nos van a proteger siempre? Disculpa que haga de abogado del diablo, ya sé que hay todo un abanico de situaciones temerosas, algunas muy extremas. Las de los sueños son especialmente agudas y a veces al despertar se siguen manifestando en nuestros sentidos, en el humor, en la manera de encarar el día y a las personas.
EliminarQue este mono sabio nos enseñe a enfrentarnos a lo que nos hace más débiles.
ResponderEliminarHabrá para ello que prospectar dentro de nosotros, de cada uno.
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