Año nuevo, look viejo, muy viejo. No me mires así, dice Max. Cada vez estoy más retro. Yo le digo, pero ¿vade retro Satanás? El ríe con una sonrisa que normalmente oculta y que cuando el rostro se le ilumina ocupa sus mofletes, ahonda los hoyos de sus carrillos, distiende las venas de su cuello. Hoy todo es Satanás, no lo olvides. Aunque los mitos consagran personajes duales, siempre se impone uno, bastante luciferino, por cierto. ¿También el ángel caído cambia de look, eh Max? Bah, ríe, el ángel caído es un maniqueo, ha sobrevivido a la muerte de su creador, ya ni juega a tomar su puesto. Tal vez porque siempre supo que el puesto de la condena era vitalicio y cómodo. Max llega extrovertido, irónico. Se pone a mirar mis papeles y a teclear en mi ordenador. ¿Te has pasado el Día del Año haciendo el tonto en lo virtual?, me la tira. Anda, ¿y esto que escribes?, arriesga. Cada vez más sensible, ya veo. Molesto por su indiscreción desenchufo el cable de un tirón, le pongo hocico. Es lo que quería, y lo dice y lo repite cantando, mientras hunde el sacacorchos en una botella de malbec argentino Callejón del crimen que le han regalado. Ya te dije, dice. Nuevo look para el oleaje cotidiano de nuestras vidas.
(Fotografía de Pierre Imans)
La sonrisa de la máscara secular no es otra cosa que una forma de supervivencia. La adaptación es el mejor signo de la inteligencia, mirar con ojos escépticos la imagen cada vez menos confusa del ángel caído y resistir.
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Francesc Cornadó
La adaptación es un triunfo, pero cuesta. Adaptarse, ¿es decir que sí aun cuando sabes que debes decir no? Y así toda la jodida existencia.
EliminarSalud.