"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 17 de enero de 2017

El cartapacio de Herr Gustav. 8



Quien no conoce sus emociones y, además, se avergüenza de ellas está despreciando un tesoro. Al hombre siempre le repugnó que únicamente contaran como subsidiarias del individuo laboral y social, lo que se llamaba antes el hombre recto. Tampoco estuvo nunca por la labor de asumir, a contrapelo de su personalidad, los sentimientos y afectos como simples complementos. Y se negó una y otra vez a desvirtuar los pasos marcados por sus sentidos, y a renegar de la fecundidad de las sensaciones, pues cada vez veía con más claridad que el orden no es sino una bufonesca coartada de la vida que no se debe vivir. De ahí que nunca lamentara ni los riesgos por conocer otros territorios ni el precio exigido incluso por lo que no se alcanza. Había llegado a la conclusión de que poner a prueba las manifestaciones de libertad de lo más profundo de uno mismo es ya un modo de satisfacción y plenitud.

Ya veo que no se ha sorprendido de mis objeciones, herr. Eso significa que me conoce más de lo que yo pensaba. Me complace que sea así. A cambio, y no obstante su carácter oscilante, le garantizo que seré discreta. Mi profesionalidad, ¿se dice así?, como modelo durante todos estos años me ha enseñado a respetar las instrucciones que me da el artista. La compenetración entre el maestro y la modelo es una condición fundamental para que usted pueda hacer lo que busca y yo para sentirme útil para usted. No voy a negar que esa armonía o, mejor dicho, el entendimiento que hay entre nosotros a veces quiere dar saltos arriesgados. Yo se lo noto a usted en la manera que tiene de dirigirse a mí en ocasiones aisladas, sobre todo tras esas noches de las que se queja que pasó en blanco. Soy una mujer abierta, herr Gustav, y solo me cierro para protegerme ante los intentos de imponerse alguien a mí. Pasaron aquellos tiempos en que algunos trataron, con mañas turbias, de extorsionarme, de aprovecharse de mí sin que yo lo consintiera. Entienda, por lo tanto, mi pudor como un arma no solo de defensa física sino estética. Me costó lo mío hacer ver que no por ser mujer tenía que estar a tiro del mejor postor masculino. Pero qué cosas le digo. Si usted me ha elegido y nuestro vínculo de trabajo se mantiene desde hace tanto tiempo es porque usted lo ve de la misma manera. Sé lo que quiero y me decido a elegir cuando un hombre me acepta en mi independencia. ¿Se ha bloqueado, herr Gustav? No se quede mirándome como bobo, nada va contra usted. Más bien es esa actitud distante en la que se ha puesto la que le impide percibir mi cercanía.

   


4 comentarios:

  1. Magnifica e inspirada serie Herr Fackel.
    Conjugar el verbo vivir en la mayor diversidad posible resulta cuanto menos apasionante y la plenitud de la experiencia mucho más. Chapeau.

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    1. O vivir es un abanico de verbos a conjugar, o al menos a intentarlo, o ya me dirás qué estímulos nos quedarían. Nunca entenderé los reduccionismos, sean religiosos, ideológicos, políticos o estéticos. La vida es probar y comprobar, para no caer en la afasia y la anulación personales. Gracias por tus estímulos, MJ.

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  2. La capacidad de emocionarnos es para mí uno de los mayores tesoros que poseemos. Solo tenemos que permitirnos su expresión.

    Un abrazo.

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    1. No solo se trata de emocionarse puntualmente, sino de vivir con una capacidad emocional intensa, más o menos permanente, que casa mal con las obligaciones, órdenes, normas y raciocinios de una sociedad no precisamente sensible a todas las facetas del individuo.

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