"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 27 de noviembre de 2016

Rua Rodrigues de Faria




"Lenta descansa la ola que la marea deja",

Fernando Pessoa, de Odas de Ricardo Reis.



Ellas juegan. Imagina que tú eres el sultán y yo Sherezade, dice una a la otra. ¿Por qué no yo Sherezade y tú Shahriar? Podemos alternar los papeles, unas veces tú eres uno y yo soy otra, y a la inversa. Pero ahora imagina que tú eres el terrible sultán y yo la incauta virgen, una de las miles que él ha reclamado para sus noches. Bien, sea así. Ven, Sherezade. Te perdono la vida a cambio de que me otorgues algo más que amor. ¿Qué puedo darte que contenga más que amor, mi señor? Eso tienes que preverlo tú; en que sepas sorprenderme reside el precio de tu vida. Puedo multiplicarme en mis artes de Eros, poderoso sultán. He conocido muchos artificios del amor y todos me han dejado insatisfecho. Tu tiempo corre; imagina o perece. Puedo llevarte a pasear por tus jardines a la luz de la noche, al olor de los nenúfares, al abrigo de las sombras. En infinitas ocasiones he deslizado mi soledad por la naturaleza creada y en las ciudades fantásticas ideadas por mis arquitectos. Tus horas se acortan; inventa algo o caerás en manos de mis guardianes. Puedo remitirte al pasado, convertirte en el hombre que era valeroso sin exigir nada a cambio, hacerte virgen de nuevo. Las artes mágicas solo existen en boca de los charlatanes. Pierdes el tiempo, aguza tu ingenio. Puedo trasladarte a la niñez y enseñarte algo más importante que las artes y las ciencias. Nadie puede enseñarme a estas alturas que aprenda aquello de lo que carezco. No tardará en clarear y no me ofreces una solución; yo pierdo algo pero tú pierdes todo. Puedo ser la esposa que nunca te traicionará, amado mío. Lo mismo dijeron las mujeres anteriores. Si eso es todo lo que me ofreces, puedes ir despidiéndote de la existencia. Puedo contarte una historia sobre un hombre poderoso que lo tenía todo y que al sumergirse en los sueños lo perdía todo. Oh, Sherezade, eso me intriga, sigue. Es una historia que no va a solucionar tu problema, mi señor, creerás que me estoy riendo de ti y me expulsarás con violencia de tu lado. Quiero saber por qué el hombre que lo tenía todo llegaba a verse desprovisto de todo. ¿Perdía incluso la vida? Mi señor, la historia es larga, si empiezo no habrá ocasión de que te la relate toda. Comienza y yo decidiré. Si los días y las noches no concluyen en una sola fecha del tiempo, bien puede prolongarse tu relato cuanto sea preciso. Yo decido, mi dulce Sherezade sobre los tiempos y los trabajos de los hombres. Pero no sobre los sueños; necesito saber más. Las dos mujeres se quedan calladas. Una pregunta a la otra: ¿Vas a perdonarme la vida o me cortarás la cabeza con tu alfanje? Mañana continuarás con la historia. Esta es la hora en que debemos entregarnos a la muerte o a la salvación, pues ambas caminan de nuestra mano.






2 comentarios:

  1. Los sueños, .... que seríamos sin ellos.
    Un abrazo.

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    1. Seríamos la persecución de los sueños. En cierto modo, ya lo somos.

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