"Y sin embargo, el encantamiento de la vida está intacto cuando se la vuelve a ver por primera vez".
Vergílio Ferreira, Pensar.
En el cruce de la calle estrecha con la ancha se hacía la hoguera. La altura baja de las casas molineras proporcionaba a las calles una amplitud visual que hoy no existe. También un espacio donde contener el riesgo de una magnitud que no debía irse de las manos. El día había sido muy agitado. Los chicos del barrio pasaron toda la jornada sacando enseres desvencijados que se habían guardado para la ocasión. Aún se apuraban las últimas horas para recabar de vecinos o establecimientos sillas rotas, cestos de mimbre raídos, vasares de desecho o puertas carcomidas. El niño miraba desde el balcón la algarada que se traían unos y otros para el ritual. Mi barrio competía con el más próximo por la fiesta del fuego. No había cohetes ni fuegos de artificio, pero sí expectación. Al anochecer se prendía la pira. No hay nada que magnetice más a los humanos que la visión de las llamas. Los vecinos más osados azuzaban la fogata al menor síntoma de rebajamiento. Cuando la dimensión de aquel edificio de fuego había mermado y quedaba un diámetro, aún considerable, de brasas los adolescentes y jóvenes más ágiles saltaban una y otra vez sobre los restos del monstruo. Había algo de dominio del hombre sobre el elemento naturaleza. El niño creía que también de trampa. Al fin y al cabo el fuego tenía sus leyes, había devorado el ajado mobiliario y los pisos caóticos que se habían dispuesto se habían venido abajo. El niño descubrió el temor al fuego y la medida del hombre, adaptada a su propia capacidad de juego. En el cruce de la calle amplia con la calle más angosta de mi infancia permanecían rescoldos que se iban apagando con lentitud. Algunos permanecían contemplando la merma de aquella energía devastadora. Por la mañana la ceniza dibujaba un mapa pardo sobre el pavimento. ¿Implicaba aquella liturgia una serie de simbolismos que entonces no se nos explicaban? No sé en qué momento desapareció la tradición inocua de las hogueras por barrios. Supongo que con el salto de una miseria contenida a la condición de la humilde pero digna pobreza. Historia del país. Nunca ha querido el niño volver a contemplar las piras del solsticio recién estrenado. Pero la memoria de aquella hoguera deslumbrante y caprichosa permanece dentro de él como un tesoro que le invita todavía a hacerse preguntas.
(Fotografía de Carlos Pérez de Rozas)
Qué texto tan bueno. La fotografía supongo que no corresponde exactamente a tu memoria. ¿Cuáles eran las calles amplia y angosta de tu infancia?
ResponderEliminarVaya, me alegra verte animada y pasar por aquí. Ya veo que últimamente pones cosas muy bonitas, como el trabajo de Juan Ängel, al que aprecio mucho porque además de buen tipo es un artista de lo suyo: una papiroflexia de altura.
EliminarEn efecto, la foto no es de mi memoria, ni de la tuya, pero se le parece. La saqué de este enlace:
http://manueldelgadoruiz.blogspot.com.es/2016/06/la-recuperacio-franquista-de-la-nit-de.html
Es asombroso lo que cuenta, ¿eh? ¿Y la ironía de ese cartel de "Resistir" que corona la pira en ciernes? ¿Una casualidad, una intención que se vuelve contra sí misma?
Respecto a la ubicación, te revelaré que a su orilla aún queda cuasi milagrosamente una casita que a ti te gusta mucho, pero no digas más, jej.
EliminarMuy interesante la fotografía y muy bien traída. Ya sé dónde estaba la hoguera, en efecto, me lo imaginaba, pero quería tu confirmación.
EliminarEl cartel no es una ironía, al menos para quien hizo la hoguera: están quemando lo que no desean ver ni volver a ver jamás. Para nosotros sí es una ironía.
Sobre Juan Ángel, cuya obra me encanta, te gano por la mano porque tú no llevas sus preciosos pendientes.
Te quería preguntar por Fabriciano Rogel Fidaldo. Si lo deseas, me puedes contestar en privado. A uno de tus correos te envié hace unos días un mensaje que quizá no hayas visto.
Perdóname, no había visto tu otro correo. No tengo ni idea de la persona por la que me preguntas.
EliminarGracias, Fackel!
EliminarSi, el cartel de "resistir" resulta interesante en la cumbre de la hoguera, pero se me da que a la postre le pasó como a Savonarola, que el fuego lo "purifica" todo, hasta tal punto que aquí el resistir no es el vencer.
ResponderEliminarSalut
Por supuesto. Y además estamos acostumbrados a que venzan los canallas. Pero por eso mismo se impone resistir.
Eliminar