"Déjame huir y volver a tu tiempo.
Veámonos de nuevo donde siempre".
Aunque el poema de Gabriel Ferrater iba dirigido a una mujer -se trata de un poema confesión- estos versos me parecen parte de un diálogo del Yo. Del dual Yo en el que nos agitamos. Esas paradas abstraídas del día que solemos tener, un reencuentro con alguien del pasado al que creímos extraviado para siempre, unas fotografías que no cesamos de contemplar -de hablar con ellas- o simplemente una disfunción corporal que dice estos son tus límites, propician la invocación. En este caso invocar supone también evocar. Un ejercicio a través del cual se intenta reconocer algo que quedó atrás con la intención de recuperar en su simple fugacidad mental. En la presunción de huir del presente se nos antoja una deleitosa práctica, algo que compensa la vorágine y el desajuste de nuestro seguir siendo cotidiano. No importa si el recuerdo zarandea vivencias gratas o desdichadas, pues todas nos condujeron a una mayor comprensión de nosotros mismos. Cierto que en lo agradable nos cebamos, porque nos hace querernos, y lo malogrado lo desechamos, simplemente porque nos hace sentir ridículos. Pero es curioso que tanto cuanto cundió como cuanto se frustró convergen en la carencia. Somos herederos de la posesión y también del despojo. Ese veámonos de nuevo donde siempre es, a ciertas edades, más humilde, y yo lo traduciría en un sencillo veámonos de nuevo: tu yo y tu otro yo, tu cuerpo aún respetado por la edad y tu cuerpo ya maltrecho en alguna de sus facetas. Por cierto, el poema de Ferrater se titula Tiempo atrás. Y aunque la expresión suene a hace décadas y tenga su valor preciso, ¿no es también tiempo atrás la tarde o la noche anterior en que se agotó algo más de nosotros?
(Fotografía de René Groebli)
a tu pregunta, sí, es tiempo atrás, porque el tiempo siempre es pasado, siempre una hendija por donde se nos meten los recuerdos
ResponderEliminarun abrazo
el tiempo, una palabra, como mucho una medida inventada por la humanidad
EliminarEnemigo mío, el tiempo. Da igual pasado o presente, me paso la vida buscando los minutos que me faltan. A veces los he gastado en algo que me apasionaba pero no era el mejor momento, otras se me va el santo al cielo porque vivo en las nubes y eso se paga. Para mi el tiempo es un dictador, inflexible, si no lo aprovechas no hay vuelta atrás, quien pudiera estirarlo y adaptarlo a voluntad... pero la realidad es que no queda otra que someterse a su tiranía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero no solo es cuestión de disponibilidad o no, sino también de sentido del contenido, si pudiéramos volver atrás para usar la medida de cada momento de nuestras vidas con lo gratificante...Pero, ea, todo nos enseña, todo nos aporta, siempre hay márgenes para ocupar con cierta libertad o placer.
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