Conviene amar el bien y odiar el mal,
pues mal y bien son siempre lo que son,
invariables, pero hay cosas sin duda
indiferentes e irreconocibles,
que no se odian ni se aman, que se aprueban
según nuestro capricho una tras otra.
John Donne, Bienes comunes
Últimamente, cuanto acontece en este mundo de apariencias y simulaciones es francamente aburrido. Ni lo que cuentan las amistades ni lo que aparece en los medios de comunicación tiene sustancia alguna. Cuanto proviene de autoridades me suena a vaciamiento, no solo a vacío, y me embarga una sensación agobiante, insoportable. Aquellos que ingenua o interesadamente pretenden tomar el relevo a los otros para constituirse en una delegación al uso de las anteriores no me ilusionan y me producen desasosiego. Estoy perdiendo interés por las conversaciones y apenas leo los periódicos. Si por lo menos en nuestro ambiente se hablara con humor de infracciones, transgresiones, incomprensiones, incorrecciones (y disculpen tantos iones sueltos), errores varios e incumplimientos abundantes que revistieran cierta originalidad para sacarme de la apatía...Pero ni por esas. El que ha cometido un delito, calla. Quien se trae una doble vida, se pone en guardia. Quien no sabe no se propone, no solo averiguar, sino ni siquiera indagar. El que ha publicado algo muestra una falsa modestia y, a la espera de que me interese por su obra, afila un discurso sobre el que no muestro atención. El que tiene cierta opinión sobre la cosa pública, recela. Quien presume de asistir a actos, conferencias y conciertos lo suelta con tal presunción que no me invita a preguntarle nada. Sé de gente a la que sus deslices les ha vuelto más sinceros, pero temen por su seguridad y no sueltan prenda. Hago, por lo tanto, cosas raras para romper el tedio. A veces paro a transeúntes que no conozco y a través de una pregunta tonta, dónde se halla tal lugar por ejemplo, pretendo establecer un contacto que me aporte algo diferente. Hasta ahora no ha cundido, pero no descarto la posibilidad de que cualquier día me depare la sorpresa de encontrarme con un alma casi gemela que practique análogo señuelo. También frecuento la conversación callejera con gente de mucha más edad que la mía, que acaso he conocido de toda la vida pero a la que no me había dirigido hasta ahora, con la esperanza de que su experiencia me entretenga. Y si me ilumina, mucho mejor. Pero suelen ser malos comunicadores o no veo que extraigan lecciones interesantes de su recorrido vital; no logro que me enganchen. Celia, la aprendiza que atiende en la taberna de mi calle, hace lo posible por sacarme de mi desencanto contando anécdotas de su pueblo, pero nunca he tenido mucha empatía con la vida rural. Y, además, en esa tesitura siempre estoy más pendiente del espíritu frutal del vino. O de la nuca de la chica. Si algo me gusta es que al menos mi senda desinformativa está siendo natural, y eso relaja.
(Fotografía de René Groebli)
No tiene mucho que ver pero ayer pensaba, (sentada en un lugar de ensueño frente al mar, escuchando sin escuchar conversaciones de gente que me rodeaba frente a una cerveza helada y creo yo que casi sin darse cuenta del privilegio de sitio donde estaban), que qué sería realmente lo que pasaba por la cabeza de esas personas, porque me niego a pensar que solo fueran las chorradas que comentaban a voz de grito y que quisiera o no estaba escuchando. A veces uno se siente "raro" entre la gente "normal". Pero estoy segura que en el mundo abundan la gente rara, quizás solo tenemos que mirar un poco mas.
ResponderEliminarBueno, como ves nada que ver con tu planteamiento pero me vino a la cabeza. Me ha encantado esa táctica de pregunta tonta.
Un abrazo, Fackel
Pero es interesante tu observación o, mejor dicho, observaciones. Todos somos muy duales en todo. A veces estamos en grupo y nos manifestamos como parece exigirnos la grey, otras veces nos ausentamos incluso en medio de la masa. La conducta en agrupación por parte de los seres humanos, ya sean solo hombres, solo mujeres o mixtos, es siempre muy particular y ya se sabe, el cabecilla tira y arrastra. Ahí solo queda o bien soportar estoicamente la retahíla de chorradas que se suelen contar, o sumarse al coro de bobadas orales, o tomar la iniciativa con incierta suerte y disputando liderazgos. ¿No te has dado cuenta de que muchas veces, o la mayoría de ellas, para no sucumbir, un grupo se escinde en dos o más? Lo de gente rara, según el concepto que se tenga de rareza. Si somos raros pacíficos para no dejarnos apabullar y tener que decir sí, bwana, callando o silbando, pues formidable.
EliminarHuy todo eso me suena hermano. Nada peor que el aburrimiento, pero parece ser que esto da de sí lo que da. Debe ser como la antiniñez en busca de la emoción vital solo que esta ya no reside en lo externo. Parece que solo quienes posean cierta capacidad auto regeneradora consciente consiguen saciar su avidez vital. Quizás estar ocupado en demasía no de espacio a dicha sensación pero también podría tratarse de ocupaciones demasiado aburridas para los exquisit@s mentales.
ResponderEliminarOjo, yo distingo entre el hastío de la necedad a la que se nos somete y conduce, y el aburrimiento por la vida. Busquemos la alternativa siempre. Simplemente, dejando una o varias puertas abiertas a: información, conocimientos, relaciones, humor, bien estar (solo o con alguien más), disfrute visual y estético...Mientrs no vengan los talibanes o retorne la católica inquisitorial...
EliminarEse escepticismo ante lo diario me recuerda un aserto de Rainer María Rilke en sus "Cartas a un joven poeta". Si su vida es aburrida no se queje de la vida, quéjese de usted. La realidad está, solo espera quien mira con ojos de asombro. En cada esquina un espacio de verdad y belleza. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarDoy la razón a Rilke y a ti también puesto que te identificas con su cita. Comparto tu deducción, mas...en ocasiones la balanza de la imbecilidad se sucede a través de muchos medios y toca un poco. Por supuesto, somos afortunados de buscar y dejarnos atraer por lo que da placer, sea diálogo interhumano, ideas leídas, imaginaciones narradas, paisaje, etc. No sé si hay un espacio de verdad en cada esquina, pero sí busco un algo de amigo que haga de las aristas algo que no corte. Un abrazo.
EliminarPuede que estemos ante un desencanto generalizado, todo se propaga, el desinterés y la apatía también.
ResponderEliminarEl mundo rural en este caso gana la partida, convivir e integrarse en la naturaleza genera una visión mucho mas amplia de lo que apariencia pudiese parecer.
Un saludo
Puede, pero al final la elección o simplemente la percepción es algo personal, de cada individuo. Claro que todo se propaga, pero en cada uno está compensar y alzarnos sobre el tedio, oficial o costumbre. No estaría tan seguro de que el mundo rural gane, hoy se vive tan virtualmente en todas partes... Un abrazo.
EliminarPalabras. Palabras huecas. Palabras tramposas. Palabras que se derriten de envidia ante la imagen de la nuca de Celia. Para esto necesitamos a la diosa filosofia. Para deshacer los perversos equívocos, los nefastos embrollos que causa el inadecuado uso de las palabras.
ResponderEliminarKefas, me has recordado el poema de Octavio Paz titulado Las palabras:
EliminarDales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
Ahora bien, sobre tu propuesta de lo que necesitamos. ¿Necesitamos la filosofía como diosa o la diosa como filosofía? Si como diosa, ¿nos retrotraemos hasta Astarté o mucho antes, hasta la dama de Brassempouy? Si como filosofía, ¿con cuál de todos los discursos especulativos debemos quedarnos para deshacer no solo el uso inadecuado de las palabras?
Salud siempre.
Desconocia este poema de Octavio Paz. Gracias por alcanzármelo.
ResponderEliminarMe equivoqué al tratar de diosa a la filosofia. Los dioses nunca han solucionado los embrollos de los hombres. Antes bien, han sido sus causantes. ¿ Cómo vamos a conseguir sino es con el pensamiento ordenado, con la filosofia, que las malas palabras se traguen su hiel ?
E pur...sigo pensando: ¿cuál de todos es el camino ordenado de la filosofía para con el pensamiento? Me temo que la hiel no se suprime fácilmente, y más vale desalojarla, si bien sería mejor no producirla, mas la natura es sabia o al menos necesitada en sus expresiones.
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