¿Por qué lo subtitularía el autor como el libro de la lectura vacilante? Me gusta. Las primeras lecturas eran entonces titubeantes, sí. Hoy no sé. Hoy todo el mundo cree saberlo todo desde el principio, se afirma sin dudar y se confirma incluso desde la oscuridad de los conceptos. Si se yerra, se le resta importancia y, como mucho, formalmente, se piden disculpas superficiales por aquello de no comprometer la imagen, luego el negocio. El pudor por la equivocación y el esfuerzo por la corrección se valoran cada vez menos. Así que me alegro haber sido un hombre titubeante desde mis primeras letras. Los titubeos iniciales implicaron asombro, confusión y más adelante perplejidad. A mí me costó mucho situar a sujetos y objetos de este mundo y desvelar las contradictorias relaciones que unos y otros establecían. Había tanto de laberinto, cuyos caminos relacionaban lecturas con la vida ordinaria, vidas ajenas con la propia, órdenes superiores con necesidades inferiores... ¿Quién dijo que hay más ficción en lo literario, por ejemplo, que en el acontecer cotidiano? El debate aún subsiste. Probablemente aquel método de la lectura vacilante se mantuvo con los años. Un paso adelante, otro u otros dos atrás. Un salto, una parada. Un avance, un quiebro. Un plano que se eleva, un piso que se viene abajo. Seguimos siendo vacilantes. Reconocerlo no es ser frágil. La fragilidad consiste en acometer sin claridad empresas que ya intuimos prestas a fracasar. Vacilar, dudar, barajar posibilidades. Cuantas veces haga falta antes que despeñarnos. No sé si hoy se lleva esto. Hoy muchos no se pierden en los titubeos sino en las presuntuosidades. Tal vez la promesa que yo percibí era aquella: la no vanidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Reconfortante encontrarse con alguien que no está en posesión de la verdad absoluta ni por encima del bien o del mal.
ResponderEliminarMe encanta dudar .......
Líbreme de todo eso el destino, harto estoy de las tropelías cometidas por los poseedores de las Verdades Absolutas que se creen dueños de nuestras vidas y haciendas, parafreseando al clásico.
EliminarSaludos fraternos de otra vacilante.
ResponderEliminarIsabel, certezas las justas y no solo aquello que lo parece, eso intento tener.
EliminarSi ello le dicta su naturaleza de supervivencia profunda estará en lo correcto. Si convive en armonía con su propia dinámica sea cual fuere y es consciente al menos en parte mejor aún, me parece. A partir de alcanzar dicho punto de no retorno (el del autoreconocimiento) ese nivel; ni una queja, ni una protesta estarían permitidas, me parece.
ResponderEliminarEn definitiva el chitón, me parece.
EliminarDe armonías no sé mucho, pero de desequilibrios e inseguridades bastante y puesto que nunca sé en qué consiste el primer concepto al menos trato de frenar el segundo. Todo son tentativas en este jodido mundo.
Eliminar¿Callar? Una cosa es ser prudentes y cautos, y cada vez más, y otra tratar también de hacernos oír y que nos acallen con cinismos y tonterías varias. Recuerda aquellos versos de "no he de callar por más que con el dedo..."
EliminarLeer como si uno fuera a caerse en cada palabra...
ResponderEliminarAunque no se avance, porque, Pedro, qué gran placer detener la lectura de una trama narrativa para sentir el goce de una imbricación ingeniosa o de cómo se dice...
Eliminar