Piensas pero te apropias de lo que escribes. Escribes pero hurtas las palabras. Hablas pero adulteras las expresiones. Matizas pero revuelves los pensamientos. En ese circuito no eres sólo ni por separado ninguno de ellos. Has abierto la puerta a un recorrido que va de dentro a afuera con un retorno que te sobrecoge gozosamente. Cuanto lees son voces multiplicadas. Pero cada autor reduce aquellas voces a su visión y escoge. Ambivalencia: tiempos y personajes, conductas y relaciones, paisajes y soledades llegan a tu alcance a través del transmisor que escribe. Pero éste ¿ha escrito todo tal como era o como a él le ha parecido? La pregunta tiene un valor de consideración relativo. Lees, piensas, escribes, comunicas haciendo de intermediario. Todo nos llega por otros y tú te construyes como otro incluso dentro de ti mismo. Tú lector, tú pensador, tú escribiente, tú narrador oral, tú nuevo transmisor en la precaria medida de tus posibilidades recibes y cribas, desparramas y eliges, acumulas y dudas. La cuerda serpentea y se estira, la atas en corto o la dejas fluir, te enredas con ella o pendes sobre los misterios. No hay fin una vez la has desenrollado y sabes que para siempre será tu soga fatal.
(Fragmento del cuadro Un filósofo escribiendo, de Juan Dò, también conocido como el Maestro de la Anunciación a los Pastores)
Soga fatal - cordón umbilical.
ResponderEliminar????
Imagen atrayente.
Nuestra vida es un cordón umbilical con todo tipo de espacio y tiempo en el que nos vemos inmersos, no solo con los orígenes, sospecho.
Eliminarsomos plagiadores de pensamientos, de deseos, de esperanzas, de pesares, de tristezas, en fin, lo que decimos no es nuevo bajo el sol
ResponderEliminarun abrazo
No es nuevo, obviamente, y seguramente muy antiguo, pero una cosa es clara: lo que decimos es lo que comprobamos y donde necesitamos ratificarnos en nuestro fuero interno.
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