"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 6 de octubre de 2015

Somnia (Reducción)












Se habían amortiguado hasta el extremo los ruidos artificiales, extenuado las palabras, apagado el murmullo de los árboles, paralizado los innumerables lenguajes animales, detenido el fragor del viento, cortado el canto de los seres diminutos del sotobosque, amainado el caudal de los ríos, coagulado el lento goteo de la cal en las cuevas, atajado el susurro del crecimiento de las raíces. Me contuve con sumo esfuerzo para que ningún sonido saliera de mí. Sujeté mi torso, estiré las piernas, adapté mi espalda a la tierra, ceñí mis cabellos, cerré mi boca, relajé mi sexo, cautericé mis nervios. A pesar del esfuerzo los latidos pugnaban enloquecidos por atravesar mi pecho. Hice todo lo posible por introducir mis dedos afilados en la víscera irregular y mantenerla callada. No sé si fue el gesto, pero sentí una extremada lasitud, como si me durmiera más y más dentro del sueño.



(Fotografía de Elena Martyniuk)


4 comentarios:

  1. El silencio absoluto produce malestar. Lo he comprobado en una cámara anecoica de radiofrecuencia. Horroroso. Debe ser como si uno estuviera en el paraíso.
    Salud

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    1. El paraíso no sé, pero la locura seguro que acecha en tal circunstancia.

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  2. Inquietántemente hipnótico... Me gusta.

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    1. La hipnosis natural de las noches, restaurada con palabras, Sandra. Gracias.

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