"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 12 de agosto de 2015

Hallazgos: la herramienta















Cuando uno de los hallazgos llega a la propia vida en forma de dádiva generosa. Cuando el valor del obsequio se multiplica porque anteriormente ha pertenecido a otra persona, a otro tiempo. El valor de lo nuevo, aun siendo digno de estimar, se achica ante la presencia imponente de un objeto que ha estado en más manos, que ha escuchado mudo tantas conversaciones, que ha generado una utilización fructífera. No digamos si tras el regalo se muestran más rostros: el don de un reencuentro entre amigos, acaso un reconocimiento secreto que sólo se puede entender entre el que da y el que recibe. Tal vez un recomenzar  -¿o retomar un hilo suelto?-  la amistad cuando la vida adulta ya muy avanzada no suele devolver antiguas convivencias. Y por medio, lo invisible. La evocación, de pronto, de un compañerismo o camaradería que puede venir de muy atrás y que parecía haberse perdido en la vorágine de los quehaceres y los cambios personales. Una corriente alentadora en que dos individuos se admiten como en la infancia y conectan de pronto porque, aun habiendo vivido experiencias diferentes e incluso enrevesadas, se dan cuenta de que sobrevive una extraña lealtad. Más aún: porque aún tienen algo que decirse. Porque uno llega al otro con todo su margen de criterios independientes pero con un bagaje que les otorga calidad de vida interior. Y que se sienten unidos por eso tan aparentemente etéreo como la búsqueda de significados. 


(Ahí, la herramienta. El que la concede lo hace porque quien la recibe le ha manifestado su vivo interés por todo tipo de herramientas relacionadas con el arte de escritura. El objeto pierde materialidad propia para formar parte de la materialidad humana. Y hay más: la entrega de la máquina conlleva una dosis de afecto que no se valora al uso mercantil. El amigo, que ha perdido a su padre anciano recientemente, le obsequia la Olivetti que había pertenecido al padre. ¿No le está regalando también memoria, sensaciones y vínculos que hacen a los hombres más próximos y menos objetos de uso y de cambio? Entonces vas y le dices al amigo que su regalo es excesivo, que es un recuerdo suyo y sólo suyo, pero él te desarma: yo sé a quién se lo doy, te dice)


  


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