"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 17 de agosto de 2015

Hallazgos: el cuerno






















El descubrimiento de la pólvora se me antoja símil con la invención de la palabra. Con aquella munición se han cazado presas, incluidos hombres, y se han demolido montañas, y con el uso de la palabra se han atrapado conceptos, difundido pensamientos y establecido normas. Tanto la pólvora como la palabra han ido evolucionando como nuevos pertrechos que han cumplido análogas funciones, incluso con mayor efectividad. Tal como lo digo parece que una y otra carga son únicamente destructivas y, en cierto modo, es así. Se demuele algo para lograr otro objetivo superior que se pretende constructivo  -alimentarnos, adecuar terrenos o explorar minas, acabar con los competidores...en el caso primero, o ayudar a comprender el mundo y de paso aproximarnos a un entendimiento, en el segundo-   pero que no siempre lo es o bien el proceso resulta doloroso. Que las palabras contienen pólvora o que son munición es un giro que suele usarse cuando se edifican discursos graves, intensos y hasta subversivos. Cuando aquel polvorín en forma de asta cayó en mis manos apenas empezaba a colocar idea ladrillo sobre idea ladrillo en el lienzo de mi juventud, y las palabras salían toscas todavía. Se resistían y sólo la tarea compartida con otros me iba a permitir cubrir el tejado de mi propia chabola. Tarea en la cual todavía estoy empeñado.


(Aquel cuerno de pólvora fue todo lo que quedó de un lejanísimo día de campo en nuestra juventud. En cierto modo es un archivo táctil. Sacarlo de una caja del trastero y recordar el día transcurrido hace décadas junto al modesto arroyo es reflejo. Memoria de aquellos que en una ardiente jornada veraniega nos desplazamos pedestres a una fronda de la áspera Castilla. Jaume, Gerardo el fresador, Tere y Ana, las chicas de la fábrica textil, Elia, Pedro el maestro, José el carpintero, y yo mismo, aún me muestran sus rostros de entonces. Imberbes, iniciáticos, timoratos, frágiles. Fácil que quede alguno en la oscuridad del armario de la mente. Si hiciera cierto esfuerzo podría recordar incluso temas de conversación y, si bien no los términos en que se desarrolló ésta, sí al menos los posicionamientos que teníamos unos y otros. Y las ilusiones aún frescas y las esperanzas todavía intactas. El río, la comida y el caserón abandonado, cuyos amplios cuartos nos impresionaron a todos, fueron encuentro pero también excusa de camaradería. Porque el verdadero hallazgo, como todos los que vendrían después, éramos nosotros mismos. Y el remate de la tormenta furiosa de la tarde nos purificó. Purificar en aquel caso fue deslindar quiénes de nosotros íbamos a seguir juntos y quiénes se diluirían en otros espacios humanos) 



4 comentarios:

  1. Aun partiendo de muy diversas circunstancias y avatares muchos llegamos a conclusiones semejantes. Ello me indujo a indagar posibles razones.
    En cuanto a cuernos, tan solo el de la abundancia me resulta familiar, pero claro, cada cual interpreta ese concepto a su manera. Cuestión de valoraciones a expensas de una saludable administración de recursos diversos.

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    1. El tema no va de cornamentas más que en el continente, hermana.

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  2. Eso esta claro, pero por asociación de ideas hice semejante comentario, el cual tampoco iba de cornamentas sino de simbolismos. El cuerno de la fortuna: ese que produce buena suerte sin parar y al que estaré agradecida mientras viva. Puede que el que aparece en la imagen se trate del mismo pero disfrazado de avatar personal.

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    1. A veces también puede resultar fortuna carecer de ciertas luces, o al menos saber como apagarlas si fuera necesario. De ello el género femenino desde antiguo y por necesidades del guión de supervivencia sabe un rato largo. Pero eso vd. bien lo conoce.

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