Hay estancias cuya luz se amortigua. O se difumina poco a poco. O sencillamente ha quedado olvidada. Por inercia. Porque acogió lo que acogió en su momento y le bastó. Pero son estancias que de algún modo saben permanecer recónditas y a la vez accesibles al que quiera acercarse a ellas. Y de pronto, después de un tiempo, sin sentirse heridas porque el tiempo transcurrido y las estancias se entienden, tiene lugar un alumbramiento. Y se iluminan de improviso, sin saber ni importarles si su nueva vida será prolongada o efímera.
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(La imagen es de Frantisek Drtikol)
Hay estancias que aquietan el tiempo, lo mantienen amalgamado con la memoria, pero ocurre, que a veces, por una rendija penetra y rayo de luz y dibuja estelas de insectos y escribe unas extrañas caligrafías sobre el pavimento, que poco a poco tenemos que ir aprendiendo a leer. Las rendijas pueden crecer, con el paso del tiempo, y convertirse en vanos ámplios, que dejarán pasar luz y más luz, o quizás un vendaval.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó Estradé
Lo aprendido y lo pendiente que llega a nosotros se confunden. No hay que elegir, solo dejarnos llevar por la amalgama que, día a día nos hace nuevos. Y diferentes. Brisa o vendaval, que seamos nosotros mismos.
EliminarSalut.