"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 11 de marzo de 2015

Post scriptum: convulsión















Un trueno me despertó esta madrugada. ¿O fue el eco de una convulsión desconocida? No había lluvia y puesto que la noche había sido cálida cabía esperar que una tormenta seca hiciera de las suyas. Me sentí inquieto y me levanté del lecho. Oí pasos apresurados por la casa. Uno de los sirvientes llegó despavorido. Lo único que hizo fue confirmar mi alarma. Por los caminos que pasan próximos a la casa había un trasiego de gentes inusual a esas horas. También se observaban figuras difusas descendiendo por las laderas que dan a la otra parte, en dirección a la rada. No tardé en recibir por un enviado de Icteo un mensaje críptico. Que me pusiera a resguardo. Como mi amigo es un hombre que siempre habla por intuiciones resulta muy difícil interpretar sus avisos. Pero muchas veces no ha ido descaminado en las premoniciones. Sé que con esa actitud suya no pretende asustar en vano a nadie, ni hacer negocios, ni pretenderse más sabio. Es un hombre severo y riguroso, y preserva siempre sus estudios de las miradas curiosas. Si yo se lo pidiera, accedería a hacerme partícipe de arcanos que sólo él conoce. Pero la verdad es que tampoco deseo convertirme en un adoctrinado pues sé que toda filiación conlleva un precio en esta vida, cuando no riesgos y sendas erróneas. Aprecié su recomendación, le di garantías de que me cuidaría, y así se lo hice saber al criado, para que se lo transmitiera. Pero ¿qué podía hacer yo? ¿Huir de qué? No soy hombre de salir corriendo de situaciones peligrosas y menos de las confusas, que son doblemente aventuradas. Si hay invasión, me dije, hablaré con los asaltantes. Si se trata de un incendio, colaboraré en salvar las vidas y los bienes de los perjudicados. Si se ha producido un temblor, algo más probable pero que no se confirmaba, pues todo el mundo hablaba de un gran sonido en el cielo pero nadie había advertido que el suelo hubiera quebrado, cogeré una manta y una lámpara de aceite y saldré a campo abierto. Hice todo tipo de cálculo de posibilidades. Decidí adoptar una posición tranquila. Salí al pórtico, bebí un vaso de leche de cabra, y me senté a esperar. Mi actitud debió tranquilizar a los próximos y estos a su vez influyeron con idéntico comportamiento sobre sus familiares, que llegaban desde diversas fincas vecinas. Al clarear todo se fue atemperando. 

Ahora que te cuento esto,  Safo, me doy cuenta de que o no te has enterado de la misteriosa herida de la noche o no has otorgado importancia mayor al incidente. La mera idea de que no hayas querido ponerme sobre aviso me indignaría. Por cierto, me han comentado que te han visto al alba por el camino que conduce donde la pitia, acompañada de otras dos o tres mujeres, pero de regreso a tu casa.



(Fotografía de Lee Jeffries)


2 comentarios:

  1. Excelente labor protectora y de liderazgo la del autor de estas letras, confirmada por sus propias palabras lo cual nos indica haber superado el muy humano temor intrínseco a ocultarse en el subsuelo ante convulsiones diversas.
    En cuanto a la tal Safo, con tanta visita a la pitia nos está indicando un ser en exceso crédulo y dependiente ..... o quizás lo haga por cuestiones ocultas, de distinta índole. Podría preguntárselo directamente ya que se precia de gozar de cierta confianza mutua y nos lo cuenta por estos foros, con su consentimiento, por supuesto, que resulta innoble estropear una amistad con chismes innecesarios.
    En cuanto a la susodicha puede que fuera engendrada en tiempos de Ares e inevitablemente vacunada ante desastres de diversa especie, de ahí quizás, proceda ese tipo de indolencia . Algunas divinidades con el enorme ímpetu de sus divinas naturalezas podrían engendrar líderes con riesgo de estrellarse o sencillamente aburrirse ante tanto exceso de liderazgo estéril.

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    1. Pero quien más o quien menos tendemos a ponernos a salvo. También tomar la iniciativa visceral, sensorial, intuitiva ante un peligro es tratar de salvarse, tan humano como esconderse, y solo a posteriori se sabrá qué fue lo adecuado. Y sí, no estaría mal que el que narra preguntara a la poeta, pero no sé si la personalidad de ésta se deja someter a la acción directa de las preguntas y la curiosidad, no sé.

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