Mientras suenan los compases de la cítara de tus alumnas me entrego a un placentero abandono. Cleis baila en medio de las demás muchachas y entre todas ellas ponen en marcha una rueda que no cesa. Al fondo, tú asientes con la cabeza y sigues el ritmo. Tu sonrisa, abarcando todo el rostro, se la disputan muchas miradas. A nadie pretendes regatear tu simpatía y por ello te engrandeces más. Visto desde esta tarde y desde este lugar tan gratos, el mundo se nos antoja menos rudo y los trabajos y los días que ya cantó el gran descriptor de los dioses, Hesíodo, resultan más llevaderos. Hasta nuestros hermanos extranjeros se empapan del ambiente alegre y se dejan seducir por las melodías y los guiños de otros asistentes. Nadie escapa a la mística de esta rueda que, y ahí su contradicción, nos hace creer que permanecemos para siempre en el bienestar y en el goce.
Creo que todos están expectantes porque nos deleites con alguno de tus poemas. Irana, que tanto te saca de quicio, pide permiso para ensayar uno de los suyos. No sabes negarte, pero entonces ella retira la propuesta. O es una falsa y no había escrito nada, o te estaba provocando para que tú te opusieras y así causar gresca. O ambas cosas.
(Bajorrelieve de Canova)
......de la fortuna.
ResponderEliminarO fortuna
Eliminarvelut luna
statu variabilis
semper crescis
aut decrescis
etcétera.
ambas cosas, supongo
ResponderEliminarinteresante y lúdica entrada
un abrazo
Gracias, Omar, por estar siempre ojo avizor de estas letras.
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