He estado presente cuando Cleobis ha ido al taller de Ascanios a encargar unas cráteras que recuerden a su hijo. Tera ha sido enérgica y le ha dicho que se deje de escenas de héroes esforzados y de peleas de guerreros valerosos. Que si de verdad quiere ser justo con su hijo no lo haga pensando en su muerte, incierta y acaso no provechosa para nadie. Que busque devolverle la vida siquiera en efigie, elogiando aquella otra parte de su existencia que sacrificó al irse a estúpidas contiendas. Que pida al pintor de las vasijas que represente al desventurado Lysandros en sus juegos o haciendo sonar el bárbitos o la flauta o incluso encariñándose con sus amantes. Que no le eleve al rango de aquello que le condujo al infortunio, solo para dar satisfacción a los conocidos y recibir su hipócrita elogio.
Me gusta el temperamento de esta mujer joven, no obstante la dureza empleada con su padre. He percibido a Cleobis desconcertado y he preferido abandonar el taller y bajar hasta el arroyo donde preparan los alfareros las mezclas de los barros. Ante los caolines y las arcillas he visto el frágil rostro de todos nosotros.
Curioso. El ser humano no cambia nunca. Habla de la fragilidad y eso se ha dado en todas las civilizaciones y en todas las culturas.
ResponderEliminarSalut
Naturalmente, tampoco ha llovido tanto en unos milenios escasos de civilización, comparándolo con la evolución más amplia que la especie tiene detrás.
EliminarSalut.