Hay naves nuevas en el puerto que traen mercancías de otras costas. También llegan con ellas relatos de acontecimientos lejanos y algún que otro viajero que no es nauta ni mercader ni afortunadamente hombre de armas. Uno de ellos ha preguntado por ti. Dice que conoce con deficiencias nuestra lengua pero que comprende la intención y el ritmo de lo que escribes. Me ha pedido que le haga acceder a tu presencia. Que ha oído comentar en su tierra que la sensible poeta de Lesbos organiza círculos de lectura y de música y de enseñanza de las artes. Y que también debatimos los que estamos a su alrededor sobre los límites invisibles de la composición de la vida y del ámbito en que ésta se desarrolla. Afirma que es su intención volver a su ciudad y practicar el ejemplo de lo que tú, Safo, haces. Me he brindado, por supuesto, a que te conozca. Sé que no eres mujer que ponga puertas a la libertad del pensamiento y menos a la hospitalidad. Él también puede aportar visiones que amplíen nuestra mirada. Todo lo que llegue del exterior debe ser bienvenido si llega con ofrecimiento pacífico y con alma inquisitiva. No te oculto que lo que más me ha gustado de este joven es la curiosidad y su afán por el conocimiento. Que haya embarcado en su país remoto, aun con riesgo de no saber si iba a ser bien recibido en nuestra isla, dice de su predisposición ante lo ignoto. He ahí una característica valiosa que debemos admirar en una persona audaz.
(Fragmento del Kylix de Eleusis)
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