La otra noche se despertó inquieto por el sueño sobre el sueño. Soñaba que al abrir los ojos el lienzo de Franz Marc estaba en negro. Como el fundido de una película. Que lo descolgaba de la pared, lo ponía sobre un caballete y desparramaba las pinturas sobre la cama. Como no encontraba pinceles untaba las palmas de sus manos y rompía el luto del paño. Daba manotazos de colores de manera salvaje, hasta la extenuación. Se entristecía porque no recordaba qué paisaje había habido allí antes. Miraba sus dedos pringados de tonos cambiantes y a cada color le fue dando, como por azar, un nombre: león, casa, monte, hierba, caballos, mujer. Mujer. Sueño.
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El cromatismo que se extiente desde la vela a la duermevela, desde la realidad a todas las formas de la sensibilidad, desde el dolor preciso expresado en silencio hasta el provenir frustado de una ilusión, desde la isla de la razón hasta la orilla del mar de las tinieblas.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
El cromatismo cambiante. Dos colores no son iguales. Dos coloraciones que se sustituyen solo dan lugar a otra nueva. Un derribo no da paso a la construcción anterior, por mucho que aparente. Las ciudades alemanas fueron destruidas y sus cascos antiguos se rehabilitaron con mucha técnica, pero no son ya lo mismo. Con los colores que se borran como con los edificios y urbes que se destruyen se deshacen las vidas. Uno mismo vive constantemente una vida nueva aunque utilice andamios de la anterior. La vida es algo callado, personal, no necesariamente debe pasar la supervisión del prójimo. El sueño es el gran Arquitecto. Solo cada uno sabe.
EliminarUn abrazo.