Mientras otros pintan caballos, ciervos u osos, el pintor paleolítico deforme pinta triángulos y rayas verticales o pigmenta pequeñas oquedades ante las que luego se queda mirando con fijeza aturdida. A veces se le ocurre algo nuevo y traza un goteo sanguino que emana de sus extraños símbolos. O redondea las formas y esboza perfiles que recuerdan más las partes de un cuerpo humano. La grasa de la tea extiende su olor a lo largo de la caverna. Las luces, bamboleantes por las corrientes de aire, dotan de movimiento a las imágenes que acaba de crear. A veces apoya sus manos en la pared caliza y recorre el contorno de los dedos hasta generar una silueta. Para la tribu es un personaje incomprendido, pero su malformación le hace más respetable. Otros hombres se han desplazado fuera del hábitat para cazar o explorar territorios próximos aún desconocidos. El pintor paleolítico permanece en su mundo. Pero su mundo es un espacio al que pocos tienen acceso. Salvo ellas. El pintor de triángulos y de hendiduras en la roca observa a las mujeres cuando duermen. Las sigue en silencio cuando se desplazan y espía sus movimientos más íntimos. Ellas fingen no ser vistas y estiran sus brazos y ensanchan la distancia de sus piernas simulando un ritual, aproximándose a las zonas de mayor luminosidad de la cueva. Con frecuencia salen al exterior y con la excusa de celebrar que el día se ha impuesto a la noche se muestran en su feminidad total. El pintor de las mujeres arriesga entonces su posición cautelosa y baja la guardia. Pero ellas le ignoran y se exhiben a la naturaleza del paisaje con su propia naturaleza. Luego, todas vuelven a sus tareas en los cubículos acotados del interior. Aquel día una de las mujeres permanece fuera del abrigo. Es de complexión media, ni muy robusta ni delgada. Tampoco es más baja que el pintor tullido, pero el equilibrio de la anatomía de su cuerpo sorprende al hombre. Deja que se acerque y posa discretamente para él. El pintor mueve las manos tiznadas de colores y tantea como un aprendiz las formas femeninas. Prepara unas mezclas en el suelo y extiende las manos hacia ella. La embadurna con suavidad. La mujer tiembla. El hombre ha tomado las proporciones del modelo y rechaza recibirla de pleno. Cuando las coloraciones conque el pintor ha impregnado el cuerpo de la mujer adquieren una tonalidad más intensa, él se aleja. Su afán está en trasladar a su obra unos sentimientos y con ellos sus instintos. Ella lo entiende. Ambos están descubriendo algo más que la simple posesión.
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Entre la posesión y el deseo, el pudor, esa distancia que hace que el pintor regrese a la cueva con el rumor de su fisiología en continuo sobresalto. No imagino así el deseo del yo prehistórico; lo percibí sin estética, como un contacto animal simple y doloroso... Siempre aprendo de ti, a pesar de que la Prehistoria es uno de los primeros temas del curso escolar que ahora inicia sus primeros pasos. Feliz sábado, amigo
ResponderEliminarPues a tenor de las imágenes que nos han ido llegando y lo que se va interpretando de todo aquello que pintaban, trazaban con incisiones o realizaban en arte mueble y objetos de uso, uno diría que tenían bastante claro y avanzado el concepto del amor y del sexo...Tendrían su afinamiento, aunque no tan sofisticado (y a veces falso) como se plantea en nuestras sociedades actuales...Yo solo probaba a imaginar. Gracias, José Luis.
EliminarDecía Gauguin: cierro mis ojos para ver.
ResponderEliminarNos traes a un pintor del paleolítico que veía a través de sus manos, con ellas capturaba esa emoción de la mujer que intensifica la pigmentación del color en su piel.
Un texto precioso, Te felicito.
Saludos
¿Decía Gauguin eso? Bonito. Pero lo que él contenía en su imaginación era opcional y poderoso, supongo. Tal vez todos los pintores geniales establecen desvíos de la realidad formal y es ahí donde surge lo creativo. El Paleolítico era un estadio muy avanzado, no sé por qué no meditamos más sobre aquel tiempo...¡no tan lejano! Gracias.
Eliminar¡Quién nos dice que no haya sido así!
ResponderEliminar=)
Equilicuá, Neo. Pensar en sus formas de vida, de encuentro, de tareas, de sueños...es uno de mis pasatiempos favoritos.
EliminarCon BARRINCOIA en su final :
ResponderEliminarUn texto precioso, Te felicito.
Salut
Sois generosos, si solo quería soñar un poquito...Un abrazo, Miquel.
EliminarTantra con la pineal.
ResponderEliminarJaaa, qué bueno, pues claro, hay que dar a la pineal por activa y por pasiva, aunque soy un escéptico de los esoterismos indios. Cada uno tenemos nuestros propios tantras, pero no lo contamos, ¿no?
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ResponderEliminarEsto es precioso, sin más que añadir, o también gracias, Fackel.
Salud, abrazos
m.
Oh, una opinión muy concisa que saca colores. Gracias por leer.
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