No piso habitualmente la playa, pero me conformo con saber que bajo el asfalto de mi ciudad el subsuelo aluvial y secreto hace las veces de playa. Y que más allá de la masa aglomerada de infinitos guijarros que nos sostienen hay un magma. De momento ahí no he llegado. Hasta ahora me conformo con tocar, de vez en cuando, las piedras que se pelean bajo mis pies y con refrescarme en las capas freáticas abundantes que se manifiestan en cuanto das un zapatazo. O casi. Al menos esos materiales sólidos y esa sustancia líquida me compensan, calman mi ansiedad y dialogo con ellos de materia a materia. En ocasiones llego a percibir el rumor del oleaje antiguo. El de solera, el que ya existía cuando los hombres no estábamos aquí y otros seres desaparecidos escuchaban breve pero intensamente.
(Ilustración de Balbi López)
Eso me lleva a pensar que no es pisar una playa lo que hace sentir el mar.
ResponderEliminarGracias por compartir, saludos!
Gracias a ti por permitir que tome una de tus ilustraciones que rezuman fantasía.
EliminarYo soy de tierra adentro y el mar ejerce sobre mí una inagotable fascinación. Pero entiendo muy bien tu reflexión. No se lo digas a nadie: he descubierto que el mar no existe; es sólo la apariencia extendida de un paisaje interior. Que tengas un buen día.
ResponderEliminarA todos los de tierra adentro nos fascina el mar, en mayor o menor medida, pero no por eso debemos de dejar de reencontrarnos con nuestro medio inmediato, por muy pétreo o arcilloso que sea en el subsuelo, pero con todas una riqueza de elementos de paisaje exterior que abruman. El mar para nosotros puede tener un sentido de lo deseado y siempre inalcanzable. Ese sospechar que más allá hay de nuevo costas. Esa aparente simplicidad del mar -su oleaje, su espuma, los detritus que deposita en tierra, su rumor, su rugido, sus galernas- como si de otra materia complementaria se tratara nos atrapa. Aunque siempre sospeché algo semejante a lo que dices, acaso no existe, pues bajo el mar también hay piedra.
EliminarY nos internas en esa serenidad conforme leemos tu entrada.
ResponderEliminarA pesar de todo Fackel, se encuentra la armonía. Es una maravilla de la mente.
Un abrazo hasta tu estado de calma y paz.
Pues debo ser algo así como el mar...bajo su apariencia de calma, unas veces más chicha y otra más prolongada, late una consumación de energía que me enseña el concepto de armonía. No es tirarse a la bartola lo que nos da paz, sino la receptividad y las ganas de conocer -difícil controlar- el movimiento de mareas que agitan a los humanos. Un abrazo que, mira sí, aporta un granito de paz y comprensión.
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