El ser o no ser es muy anterior a que la palabra de Shakespeare hiciera célebre la cita. La cuestión del ser o no ser no es la duda, pues no hay elección, sino la temporalidad y su transcurso, que va a ir arrebatando los dones de los cuerpos. El dibujo del hombre anatómico de Jan Stephan van Calcar (que, por otra parte, es Adán) tiene ese punto reflexivo (toda reflexión posee un cierto contenido irónico por la cuenta que nos tiene a los humanos), donde el cuerpo exuberante pierde la expresión de soberbia a través de una caída leve de la cabeza. Caída que enseña una mirada. Y acaso no hace tanto una pregunta, sino una propuesta: avanza despacio, por ejemplo. Vivimos con la calavera a cuestas, por mucho que la disfracemos. Y, sin embargo, hay que distraerla en tanto en cuanto la fronda del cuerpo no nos abandone por el desierto.
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Podemos"jugar" con la subjetividad temporal .... quien pueda, e imaginar historietas en el ínterin .... por ejemplo, o dormir plácidamente para descansar de una vez por todas.
ResponderEliminarCuestión de elección, obviamente.
EliminarHasta el punto final, todo son comas.
ResponderEliminarY el punto final, mejor que se demore, siempre que estemos de acuerdo, claro. Sí, soy también partidario de las comas. Los puntos me parecen falsos, los suspensivos una excusa, los puntos y coma me caen más simpáticos, pero son las comas las que interpretan venir esa cinta continua del acontecer cotidiano...
EliminarQuizás sea la calavera, como el jamelgo que transporta a la pulga, la que nos lleva a nosotros como colgajos de temporalidad o hierbajos del desierto. De ella somos protuberancia o divieso. El "ser o no ser", esa temporalidad del monólogo que se percibe como en eco con gravedad agria (el lastre, la caída, la leche cuajada que publica sueros), es un hilo rojo que escupe la calavera. El Adán de la calavera, como sabrás, aparece más tarde a los pies de la cruz del Cristo y la sangre del sacrificado hace revivir al muerto. Imagino que ese Adán resucitado no se levantaría de los milenios de polvo y desierto entonando la salmodia del ser o no ser. Le veo (o deseo) levantándose presto a los placeres sin terror, presto a tomar las plazas. Hoy, que ya no hay Cristos que dulcifiquen con su sangre la calavera, nos toca mirar melancólicos el horizonte, asumir que somos llevados por el esqueleto a través de la nada.... el tiempo es una ilusión tan real que convierte lo real en imaginario. Y el cuerpo, en la peculiaridad de sus recovecos, es esa fronda de la que hablas.
ResponderEliminarHay un riesgo de las apariencias en torno al cuerpo, que no está mal, porque la seducción todavía debe ser posible, y me refiero a seducción sobre todo con nosotros mismos, nuestra mirada en el ascensor sobre eso que creemos que somos nosotros de alguna manera, en esa apariencia, que al menos nos permite ser más optimistas día a día, el optimismos de la ilusión, si es vana o no esta mejor dejarlo ahora, no nos volvamos tan turbios y desalentados anticipándonos a peores acontecimientos, quiero ser optimista si no de la voluntad, que también, sí de una inercia digna...
EliminarLo que me cuentas del Cristo quiero meditarlo aparte, ahora no caigo muy bien en las imágenes que me indicas, acaso te pida ayuda, no estoy muy centrado hoy, Luis. Un abrazo.