En aquel sueño me volvía loco tratando de encontrar un disfraz adecuado. Rebuscaba entre el amplio surtido de miradas, canciones, voceríos, discursos, exhibiciones, gemidos. El que había elegido debía pasar desapercibido porque todos me preguntaban si no quería disfrazarme de nada.
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Qué fuerte!
ResponderEliminarUn abrazo.
Has dado en el clavo, seguro, Sara.
EliminarUna posterior reconsideración durante paseo perruno me hace pensar que semejante actitud se deba al aburrimiento que me produce el hecho de elaborar o comprar físicamente disfraz alguno, basta con el caleidoscopio personal ....o la pereza de tener que hacer algo aburrido a muestra naturaleza.
ResponderEliminarMetáforas, MJ, metáforas.
EliminarEn el pasado lejano fui conminada a hacerlo en demasiadas ocasiones. Ya no, resultaría indigno.
ResponderEliminarTú debes saber.
EliminarLa ineludible máscara. Siempre me ha producido una profunda emoción ese breve momento en el que el niño, sabiendo ya hablar, aún sabe expresarse.
ResponderEliminarLoam. A veces me pregunto si habrá espacio entre la máscara y el Yo.
EliminarTal vez ese sea el espacio de la muerte. O de la locura.
EliminarTal vez, Loam, ambas posibilidades, netamente humanas.
EliminarMagnífica paradoja autorreflexiva. Cien Magrittes diciéndote a coro "esto no es un disfraz".
ResponderEliminarComo sé que sabes, el concepto "persona" adoptado por la filosofía cristiana proviene del griego "máscara" -las de la comedia y la tragedia, separadas siempre por un fino hilo-. La tuya una manera ingeniosísima y metacomunicativa de narrarlo. Buenísima la idea.
Perdón por el retraso, llevo toda la noche sin el wi-fi de los de abajo y mi modem no tira tampoco -cambios de presión atmosférica habituales por aquí- y ando ahora en un cafetín. Bonjour...
Sírvete un tea (no party) a mi salud, Zenon.
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