Mientras yo contemplaba aquellos dedos largos, ni frágiles ni toscos, de piel tersa y algo atezada, el sello dorado de su dedo anular me deslumbraba con los destellos. No alcanzaba a ver con claridad en qué parada se bajaba la joven de mirada triste.
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Los anillos dicen más de quien los lleva que la persona misma.
ResponderEliminarNunca me han gustado.
Salut
Ídem, Miquel. A los ocho años perdí el único que he tenido. Debió ser una acción de mi subconsciente. Salut.
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