...son como minerales, ellas, las palabras, lapidarias porque son arrojadas, porque los hombres se las echan unos contra otros, y nadie se libra de ser unas veces el que las arroja ni nadie se va incólume sin haber recibido la pedrada, y eso ya lo percibimos algunos cuando éramos niños, por una parte a través de los refranes, los pétreos, los duros, los que más que advertir sentenciaban, eran tiempos aquellos de refranero, sabio no obstante su uso, que yo llegué a odiar y que ahora valoro de otro modo, aunque no soy usuario frecuente del mismo, porque mi mirada ha aprendido, porque los acontecimientos hay que analizarlos y no sentenciarlos a priori, ni condicionarlos por nuestra propia incapacidad para captarlos, que no lograremos hacerles variar por eso, lo que es siempre es, por lo que sea, aunque tengamos en mente la riqueza empírica de los refranes, y por otro lado a través del reproche, ese contenido infame que con refrán o sin refrán trataba de abrir una brecha sangrienta en la conciencia de un niño y que, por lo que voy viendo, no ha cesado del todo, ayer escuché aún una frase estereotipada que no se lleva mucho, que no sale hasta que la situación o la pobreza mental de un individuo no lo requiere, o a veces la mera observación, seas o no un deplorable ser que no quiere reconducir el pensamiento hacia el entendimiento, aún escuché la gente quiere mano de hierro y por primera vez no dije que no, por primera vez tampoco callé, por primera vez me pareció que debía ocultar mi horror y dije, sí, algunos la quieren, aunque les lleve al infierno...hay detalles cada vez más frecuentes en que esa negra mano de hierro se revela, y como si se quisiera aceptar, qué tendrá esa actitud, las palabras como mineral, y uno modestamente desea que no sean manos de hierro, aunque hoy ya son tiempos de nuevas materias, palabras radiactividad, láser, palabras fibras ópticas, etcétera, y que tampoco se privan de su malvada y oscura propuesta contra los individuos.
(Fotografía de Eikoh Hosoe)
qué amargo, pero cuánta razón tienes (verdad)...
ResponderEliminar"Pues amarga la verdad, debo echarla por la boca"
Un beso
"Y si al alma su hiel toca,
EliminarEsconderla es necedad"
Ay, ¿qué sería de nosotros sin don Francisco de Quevedo?