"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 5 de febrero de 2014

Sueño de la inmersión




















En los sueños suelen aparecer desiertos. También ciudades que son un desierto. Ambientes reconocidos que pierden su identidad inicial para adaptar su estructura al soñador. Aquella plaza del sueño, transitada y vocinglera, fue convirtiéndose en un aula extensa y vacía, en una larga sala de hospital desalojada, en una estancia de interrogatorios donde la luz y la sombra jugaban al ajedrez. Difícil trasladar la imagen de esta parte a lo que allí en el sueño me colocaba en medio, solo, a merced de inquisidores sin rostro. Uno de ellos me acusaba, el otro me justificaba. Cada vez que iba a responderlos me interrumpían. Si el que parecía defenderme me tendía una mano, al extenderla yo me la retiraba. Si el detractor me arrinconaba con invectivas incomprensibles y yo trataba de defenderme él alzaba la voz hasta obligarme a enmudecer. Aquel juego que aparentaba ofrecer posiciones opuestas coincidía en imposición. Me arrinconaban, me retraían. Miraba la luz y ésta no me ofrecía salida. Corría hacia la oscuridad y chocaba contra muros invisibles. Mientras yo, inútil y desprovisto de defensas, no dejaba de moverme tratando de sustraerme a aquellos compinches que me acosaban inmisericordes, nuevas voces venían a compasar tanto discurso desordenado. Tal vez la confusión me protegía del pavor. De pronto fue cesando la palabrería altisonante. Primero fue ocasional, luego alternante. Se sucedió un rumor ligero, como si los energúmenos se fueran alejando. El paisaje mudó. Me encontré en el fondo de un valle, caminando por el agua de un arroyo poco profundo. Las laderas se volvían más escarpadas y se elevaban a medida que yo avanzaba. Luego sentí que el agua me iba cubriendo. Me sobrecogí por la frialdad que impregnaba mis genitales, mi abdomen, la boca del estómago. No hice nada por defenderme y pensé: me salvo. Cuando me sumergí del todo vino una niña hacia mí y me ofreció una piedra de colores brillantes. La he cogido del fondo para ti, me dijo. Es igual que la que guardo yo desde mi niñez, le dije. Pero ella había desaparecido. Jugué con la piedra y advertí en ella figuras de caballos azules. Sus ojos eran vivos.    



(Imagen de Bill Viola)


6 comentarios:

  1. Vaya, en su dia atravese los oceanos a nado y de nuevo bajo las aguas, visite los espacios mas hermosos que el inconsciente me pudo ofrecer. Libre y en solitario no lio podre olvidar. Mas vivido que lo propia consciencia. Felices suenos bro.

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    1. Saber que a otros también les pasa me quita complejos. Preferible hablar de sueños y no de canallas como los que nos están ahogando en la superficie del país de los canallas.

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  2. Fackel, prodigioso tu imaginación, ya despierto, ya durmiendo, eso no importa, importa si recorrer la magia de "otro" espacio...por no decir mundo
    arriba, saludos

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    1. A veces lo sueños se siguen escuchando incluso despiertos...Una alternativa a la insoportabilidad cotidiana, por ejemplo. Probá, probá vos.

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  3. Uno de los sueños más hermosos que he tenido es el de nadar en un río lleno de peces de colores y agua muy transparente.
    Uno de los más sorprendentes, el que aconteció, exactamente igual, en dos cabezas diferentes que compartían cama.
    Me fascina el mundo de los sueños.

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    1. Serás Acuario a tope, no me cabe duda. Claro que es fascinante, pero hay más de un mundo onírico.

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