Perplejidad. El sueño a trompicones de la noche me retrotrae a un tiempo de iniciación. De pronto aquello se parece a la primavera avanzada de 1973 en la masía de Arenys de Munt, que, según me dijeron, se empleaba sobre todo para colonias. No se cita el lugar ni el motivo de encontrarme allí ni se menciona a quienes me rodean. Pero yo sé que se trata de aquel mismo encuentro. Aspecto físico: diversas estancias donde se congregan gentes optimistas y contentas que se ayudan unas a otras. Todos se conocen, todos se animan, yo soy el advenedizo pero no me siento extraño. La acogida me convierte en uno más de ellos. En el sueño no hay imágenes corporativas, ni nombres, ni insignias, ni consignas, ni edades. Sí parece haber hermandad. Estoy en una de las estancias amplias de reunión y salgo. Al regresar no hay nadie. Me desplazo a otra sala y allá se encuentra un numeroso grupo que habla y se agita moderadamente, al que me incorporo. Unas personas llegan, otras salen. Me voy por un instante y al volver tampoco hay nadie en aquel espacio. Así se repite varias veces más la jugada. De estancia en estancia tan pronto hallo un colectivo como desaparece. En un momento dado me veo solo en la amplia masía. Cae la noche y el punto de la luna dibuja un cuerpo perdido que se va yendo.
(Fotografía de Eikoh Hosoe)
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ResponderEliminarun abrazo.
tula
Lo leo, Tula, gracias. Un abrazo.
EliminarSiempre la vieja cancion. ¿la ptopia?
ResponderEliminarHay viejas canciones que todavía seguimos interpretando, amiga.
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