"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 19 de abril de 2013

Propuesta

















Caminar por la calle y al pasar junto a un edificio de sillería recorrer el muro con la palma de la mano. Reconocerse en ese ejercicio como si se fuese niño. Como si se trazara una línea blanca con las yemas de los dedos. Dejarse seducir por la sensación. Practicar una caricia mutua. Rozar la superficie de la piedra y dejar que ésta devuelva la calidez de su textura. Como optativo:  oler los dedos y llevarlos a los labios.



8 comentarios:

  1. Que susceptible al entorno.

    Me encanta la propuesta

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    1. Uno es hijo del medio. Gusta de mantener un cierto cordón umbilical.

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  2. De niño guardaba los huesos de albaricoque y cuando iba hacia el colegio lo iba desgastando en los muros a base de fricción, luego lo vaciaba con un alambre y salía un silbato...también me gustaban los muros para cazar lagartijas...
    Pasaré la mano y me fijaré en los "Ombligos de Venus"..
    un abrazo estepario desde la sierra norte en la ladera sur.
    Tula

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    1. Se ve que eras ya en tu infancia un hombre muy práctico y muy manitas. NO solo hay ombligos venusianos en los muros; también sinuosidades varias y rugosidades fascinantes. No mirar y pasar la mano transmite percepciones que solo los ciegos saben valorar.

      Aquí, desde el valle sedimentado y fluvial.

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  3. Me parece una sensación muy agradable, notar con la mano la textura de la piedra y ques esta sienta la de la mano( quizás)... A lo optativo, no me apunto...
    Besos.

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    1. Es una sensación vinculante la de palpar la piedra. Lo que llamo optativo lo practicábamos de niños como un ritual o como una prolongación en la comprobación del mundo sensorial, que es maravilloso. Pero mi caso no era lamer paredes de cal, eh, eso es otra historia. La de la penuria española. Había niños que lo hacían por falta de calcio en su cuerpo.

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  4. Eso si que es percibir la arquitectura, no bastan las tres dimensiones del volumen, tu vas más allá, acaricias los muros y buscas la elocuencia de los sillares en su textura, su olor y su sabor. Amigo, esto yo no lo he visto ni en los arquitectos más conspicuos.
    ah, yo tembién me fabriqué silbatos con huesos de albaricoque siguiendo el mismo procedimiento de Tula.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Es la primera vez que me siento comprendido al respecto. Para mí tocar la piedra, arrastrar la mano por fustes o meter debajo de un puente romano es fundamental. Hay diferencias de percepción si es un muro, en una cripta, en una losa. Reconozco que a veces el significado también es inverso: yo doto de sentido a aquella piedra. O le devuelvo su enseñanza y su placer.

      Quedan lejos los silbatos de hueso. Y aquellos tirabeques que me enseñaron a hacer con ramitas en Y (para un uso más destructivo, obviamente)

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