"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 11 de octubre de 2012

once de octubre




me he acercado a verle lo antes que he podido, al regresar de mi viaje; has adelgazado, me ha dicho, y sabes que no soy dado a señalar marcas del cuerpo; uno espera de un amigo que le diga cómo le encuentra, por tener otra perspectiva, más que nada, le replico con ironía; él sonríe con levedad, no ha cambiado su escepticismo: nunca se sabe con precisión qué nos altera, si las preocupaciones, el simple paso del tiempo o el secreto con que el cuerpo juega al escondite con nosotros; anda entretenido bajando de las estanterías algunos libros antiguos; él los llama intemporales, esos a los que se puede recurrir cuando la confusión nos amenaza o, mejor dicho, cuando nos atenaza hasta el extremo de impedirnos discernir; su rostro se muestra nublado, no obstante la actitud sentida de recibimiento que tiene conmigo; debes contarme, me dice, quiero saber cómo nos ven por esos países donde has estado; ¿incluso al precio de que te malhumores más?, le contesto con sorna; y él me mira con tristeza, como si pensara no tengo nada que perder; lo intemporal no es una receta de acción inmediata para solucionar los padecimientos que están llegando, pero alivia, dice mi amigo; es esa sensación de sabiduría que invade a ciertos libros, una manera de percibir e incluso de interpretar los acontecimientos de tiempos pasados sin los recursos con que hoy día se hacen los análisis, que parecen más exhaustivos pero son siempre muy imprecisos y se saborean peor; eso dice mi amigo, y continua: hay algo enorme que trasciende en ciertas obras de autores del pasado, aunque acaso somos nosotros los que no hemos trascendido; luego se queda pensativo, pero se confiesa: mi problema es que me embarga cada vez más el desencuentro con este desgraciado país; no es que alguna vez me haya identificado plenamente con él, siempre he vivido conflictivamente, sin aceptarlo del todo en mayor o menor medida; alguna vez parecía que hubiera ciertas expectativas positivas y creíamos en que sería posible avanzar a pesar y en contra de nuestra propia historia; nos obsesionaba la idea de ser por fin algo diferentes a lo que habíamos sido; ahora no estoy ya seguro de lo que quieren los habitantes de este rincón del mundo; alimentarse de la perspicacia y visión de algunos hombres, propios o visitantes, que escribieron sobre nosotros está muy bien, le respondo y me atrevo a matizarle: sirve para no perder la identidad constructiva de la disidencia frente a la mediocre actitud del sinnúmero de paisanos que optan por la aceptación del estado de cosas, o por el seguidismo a los torpes que mandan e influyen ungidos por el voto o incluso por el arrebato nostálgico que late tras algunos por lo peor de nuestro pasado; eso le digo, no sin temor a que se sienta más hundido; pero es un individuo que no se deja abatir fácilmente: si apartáramos el ruido, si quemáramos los rastrojos que no permiten sembrar bien, si diéramos paso a quienes deben heredar el futuro, si nos desilusionáramos de lo accesorio e inútil, suspira; mira por la ventana, mientras el cielo hace guiños entre nubles y claros; como el país



(Sin permiso de El Roto, y aparece en El País.
Pero es que sus rotos no tienen pérdida y son un bien cultural único)



16 comentarios:

  1. Alguien dijo alguna vez que ser argentino es una tarea insalubre. Entiendo perfectamente la sensación contradictoria de tu personaje!
    =(

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  2. Es cierto lo que dice tu amigo; el país entero es un erial lleno de maleza, ruido, inutilidades y mediocridad. Pocos claros veo yo, la verdad. Para él todavía es posible la esperanza. Quizá todavía sea posible la esperanza. Cuestión de hacerle caso.

    Un abrazo.

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  3. Al final, nuestro gran problema es que analizamos demasiado y vivimos poco. Miremos a nuestro alrededor y tratemos de comprender. Sólo eso. Quizá entonces comprenderemos razones que se nos escapan, o sencillamente errores insultantes de los nuestros.

    Seguro que él te lo hubiera contado así, poco más o menos.

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  4. Neo, creo que la insalubridad cunde por doquier. La cuestión es: ¿queremos recuperar la higiene?

    Abunda por esta orilla demasiado la porquería. Gracias por esa comprensión.

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  5. Sala. habrá que agruparse en esos claros. Es biológico: buscar donde nos encontremos a gusto. Incluso fomentar los propios claros, si somos capaces. (Para mí, los blogs juegan ahora un papel importante en este sentido)

    La esperanza siempre es, mientras el mundo exista. Otra cosa es nuestra capacidad personal de resistencia, de soportar, adecuarnos a los cambios y aceptar lo que venga...aún incalificable.
    Un abrazo.

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  6. Ramón, o bien mal-analizamos. O nos conformamos con superestructuras justificativas o con modelos que parece que lo cubren todo y lo explican todo o con corpus doctrinales con los que buscamos un asentamiento. Claro: mirar, pero mirar bien, en derredor y dentro de nosotros, vinculando espacios exteriores y propios, eso es un paso excelente. Tal vez sean las bridas que sujeten la carrera desbocada y no siempre acertada de los falsos análisis y, desgraciadamente, de las más funestas conclusiones.

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  7. Totalmente de acuerdo, acabo de fotografiar la viñeta... es excelente y me traduce.

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  8. Die Fackel,

    El viaje para el re-conocimiento del yo a través del otro...
    Grandes conversaciones con amigos cargados de sabiduría traducida, a veces, en escepticismo, decepción, estoicismo, miradas a través de la ventana...

    Me sigue intrigando su particular forma de (no)puntuación.

    Un abrazo,
    PeterP.

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  9. Pues no tiene pérdida ninguna de las viñetas de El Roto que diariamente aparecen en El País. Es un exégeta empírico, intuitivo y feroz. una sola de sus interpretaciones te hace ver el alma profunda de nuestra lamentable realidad.

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  10. Sagaz percepción la suya, PPan. La vida como merodeo, lo cual nos proporciona la visión interior. Porque la otra, ¿para qué? (Entiéndame) Tal vez esos amigos somos nosotros; de lo contrario, ¿para qué aceptarles? Pero un nosotros que cuando se tiene veinte años, por ejemplo, son referente, y cuando se tienen veinte o treinta más son un exponente. Imágenes de uno mismo, lo cual nos lleva a aproximarnos. A veces me he preguntado si no nos distanciaremos de los amigos más que cuando dejan de significarnos, cuando ya no les necesitamos de testigos de nosotros mismos.

    La forma de puntuación sale sola...tiene mucho de función orgánica a través de la cual el lenguaje se hace más posibilista, luego más tridimensional.

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  11. Sí, pensando en uno mismo (que es algo que no dejamos de hacer) los amigos son aceptados tanto en cuanto figuraciones de nuestro propio yo, en forma exponencial o referencial. Ficciones del yo, mudnos posibles dentro del real; testigos, "intereses creados" al fin y al cabo, con veinte años (más o menos), por ejemplo...

    Siguiendo su pauta sobre la puntuación intentaré experimentar con esa suya, más posibilista que la mía, puramente académica y anodina.

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  12. Freulein: gracias por comprender mi particular visión sobre la proyección personal.

    Me da la ligera impresión de que usted sabe mejor que yo en qué consiste el lenguaje académico, previsto siempre para unas reglas de entendimiento canónicas. Pero experimentar es muy divertido, si bien tiene que salir de dentro y en orden a concebir de forma más lúdica la aproximación al pensamiento y a los actos humanos. Sobre todo los que brotan, trotan y galopan en nuestra peculiar cuadra, ¿no cree?

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  13. Herr,
    ¡está hecho usted todo un ethos subersivo de la escritura (como dirían por la acedemia...)!

    Si la palabra es creación de mundos posibles, ergo proyecciones o ficciones del yo, ha de salir de dentro hacia afuera como decían Goethe y otros tantos. Obviamente, y como la mayoría de estas cosas que atañen a la materia, experimentación-viaje como búsqueda y encuentro.
    Retomando el tema de los amigos-testigos, ¿serán estos mundos posibles creados por nuestra palabra frente a mundo-visión 'real'?

    Ya veremos más adelante, con esos años de más...

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  14. PPan. Vamos, más bien un antiético de la escritura, ¿no? La palabra debe ser creación de mundos posibles, porque si no no se explicaría la fecunda multiplicidad de sus expresiones. Aquellas que derivaron de la tradición oral en sus numerosas expresiones recogidas ora por textos indios, ora por los mesopotámicos, ora por los del próximo oriente llamados textos bíblicos...Invención de invenciones (resuena lo otro de Rey de Reyes, pues por ahí van las historias: relación de invenciones)

    La pregunta que me hace es compleja. Primero tendríamos que ponernos de acuerdo en qué entendemos por mundo-visión real: ¿la observación personal? Es tan chiquita...¿La que nos proporcionan los mass media? Es tan adulteradora...Últimamente me pregunto si hay algo que constatemos directamente con aproximación a lo que es. O si siempre necesitamos intermediarios y por lo tanto el riesgo es obvio. Esa duda es una parte.

    Otra es si debemos inventar (narrar, relatar, contar...) historias para transmitir algo de lo que nos parece que es o ya sería mucho si lo hacemos para resolver otras cuestiones: las angustias, los temores, los desencuentros, las cuitas consecutivas que vamos hallando en el transcurso vital...

    En fin, que me he enrollado, que no le he sacado de dudas, que es bueno preguntarse y dejar las puertas de las respuestas muy abiertas siempre.

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  15. Subersivo no como antitético; escritura no para contar o describir siquiera esos mundos posibles, sino para declarar o manifestar un estado, un yo particular en ese espacio-tiempo que es el texto (o escritura). La escritura es un yo que se ensaya, a mi modo de ver. El fin que justifique ( o no) ese medio depende de cada cual. ¿De ahí la multiplicidad? ¿Somos (algo) más allá de lo que dejamos en esa escritura?

    El mundo-visión real = observación propia... No sé, no se me va Kant de la cabeza diciendo que no se puede uno fiar de los sentidos como algo irrefutable e inequívoco. Obviamente, los mass media no hacen más que decorar-entorpecer (y muy malamente) ese gran teatro del mundo.

    Puede usted enrollarse. La búsqueda de las grandes verdades es algo que suena muy dieciochesco, ¿no?. ¿Para qué pretender absolutos si todo es relativo?

    (Amenaza de piramientos de pinza próximos a su aparición.)
    Seguimos...

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  16. Devaneos. Esa idea de que que escritura es un yo que se ensaya me cautiva. Yo lo llamo permanente ejercicio (oculto el yo para que no sea tan descarado, pero es de suponer) Se ejercitan las posibilidades del yo, las aspiraciones del yo, las manifestaciones del yo, la búsqueda del yo...pero sometidas a un medio ambiente que, como vale para todas las vidas es necesario para que cundan. La escritura, por lo tanto, es vida. Catalizamos lo leído, pero también lo experimentado, pero también lo que seguimos probando, pero también lo que soñamos. Dejemos de lado las "otras finalidades", si es que las hay y las adecuamos a uestros ejercicios. La multiplicidad viene dada porque no tenemos límites. Nuestros límites son siempre temporales. ¿No dice el Génesis que quisimos ser como dioses? Queremos probarlo todo, conocerlo todo, disfrutarlo todo, pero si en múltiples comportamientos y vivencias nos vemos limitados por su orden y los vínculos con el prójimo, en la escritura -y en la lectura, no olvidemos las posibilidades de lectura abierta que tiene una novela- se nos posibilita, mejor dicho, se nos otorga la posibilidad, el margen, los recursos, para afrontar nuestra multiplicidad. Lo logremos o no, mejor o peor, es otro tema.

    Ya que cita sus devaneos con Kant, fräulein, pues le invito a relativizar la fe en nuestros sentidos, pero no menos que nuestra estúpida confianza en los mass media que nos abruman diariamente sin ir al fondo de las cuestiones (a mi modo de ver, la mayor estafa y el mayor desatino por parte de esos media) Particularmente, confío bastante en esa vía intuitiva que poseemos todos, y más si hemos vivido lo nuestro, para adoptar una actitud ante lo que acontece y adaptar una praxis ante lo que nos resulta oneroso.

    La búsqueda de las grandes verdades, dice...puede que este lenguaje sea de los tiempos ilustrados, pero en intenciones seguimos en ello. Solo que acaso la referencia de las grandes verdades de hoy día no sean las mismas que las del XVIII. O al menos la manera de plantearlas. La ciencia y su avance de conocimiento ha modificado enormemente las referencias filosóficas, y entiéndame al respecto. Sigue habiendo límites y desconocimiento, pero ya hace mucho que esto es más bien acicate que renuncia. Por supuesto, los absolutos han quebrado por sí mismos. Pero los relativos mandan más que nunca: ¿acaso vamos a renunciar a lograr un mundo más justo, a obtener mayor entendimiento y convivencia, a modificar las reglas del juego destructivo sobre el planeta, las especies y las vidas en general?, por poner algún ejemplo.

    Por mi parte, las grandes aspiraciones siguen en vigor, pero el carácter absoluto se las niego desdehace mucho. Lo absoluto solo lleva a las doctrinas, las intolerancias, el maltrato y las desigualdades, y esto en la Humanidad y el planeta, sobra sobraamente que decían en mi pueblo.

    Leve nocturnidad, PPan.

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