miércoles, 25 de enero de 2012
veinticinco de enero
he llegado para verle a la caída de la tarde; ha debido sospechar de mi pesadumbre porque ni se ha inmutado; si vas a decirme algo impropio de la tierra que piso, mejor no me lo digas; últimamente lo he venido asintiendo claramente: las palabras son vanas; unas veces, sujetas a traición; otras, prostituidas en el mercado de las promesas incumplidas; poco se puede hacer por ellas si los actos de los hombres son inicuos y la turbiedad cubre con un antifaz abyecto sus rostros; le he percibido tan lapidario que le he supuesto informado del penúltimo reflejo impropio de una convivencia colectiva cada vez más frágil; creí que estaba al tanto del remedo de cierto acto de los hombres llamado equívocamente justicia; tal vez simplemente lo sospechara, se lo estuviera esperando; él no desciende a vocalizar con nombres y apellidos lo que excrementan los periódicos y las emisoras, como suele decir con acritud; ambos sabemos lo que tiene lugar sobre este panorama más ocupado cada día por la mediocridad y la incompetencia, buenas madres del latrocinio y del reparto de prebendas; así que nos abstenemos de citar expresamente a quienes representan la indecencia; entra y acompáñame a cenar, no agotemos las energías con todo lo que nos queda por delante, ha dicho
(Imagen de Alfredo Castañeda)
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Bien dicho.
ResponderEliminarCasilda. Ya ves. Uno de los lemas que se impusieron en la pseudo primavera española fue: "No hay pan para tanto chorizo". Así nos va. El límite entre picaresca y delincuencia incumbre a todos los ciudadanos. Los que gobiernan ahora no son precisamente adalides de la justicia ni de la equidad. ¿Qué cabe esperar?
ResponderEliminarNo hay nada que hacer. Las palabras no pasan de ser frases, sin enojo ni acción. Es vergonzoso, humillanter, canallesco y espérate,que la obra recién empieza.
ResponderEliminarNadie mueve nada,solo se susurra lo que se podría hacer, pero en voz muy baja, como quien teme represalias.
Amigo, que lo que hemos vivido será nuestra gloria, lo que nos queda por vivir nuestra incognita y lo que dejaremos, nuestro fracaso.
un abrazo
http://visceral-genetticca.blogspot.com/
Impecable e implacable, Genetticca. Ese final que no siento como epitafio pero sí como epílogo, llegado el caso, es magistral. Es una bonita invocación. Gracias.
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