A ver, Karel, nos estás diciendo que Lenka y su amante de Dresde desaparecieron sin dejar rastro, dijo Malena. Así fue, ratificó nuestro amigo el librero. Mi padre hizo algunas pesquisas con escaso éxito porque la familia de ella la echó en falta, pero las relaciones con los alemanes distaban de ser ventajosas; estaban a punto de ocuparnos. Sólo halló alguna vaga pista. Hubo quien dijo que se les había visto escapar a otro país más seguro. Hubo quien aseveró que la policía política del monstruo lo había retirado de la circulación. Fue muy extraño que desaparecieran los dos a la vez; pero en aquellos tiempos todo era posible, como más tarde desgraciadamente se confirmó. El bar de Ferdinand es acogedor y tomar un café cargado después de haber dejado atrás la penetrante boira se impone. Además propicia el calor de las conversaciones, con el fondo medido de una melodiosa música de jazz. Ferdinand es un tipo peculiar. Ha pasado por multitud de oficios, pero todo resultaban conflictivos con él, suele decir. Karel lo sabe muy bien, que nos conocemos desde hace muchos años, ¿verdad, Karel?, dice Ferdinand. Yo siempre he sido un tipo receptivo, con ganas de hacer cosas. Pero no sé qué tienen los trabajos que no han sabido aprovecharme. Ríe exageradamente. No creáis que habla en serio, apostilla Karel. El problema para él no han sido los trabajos sino los arreadores. Antes o después se le ponía uno por delante al que no tragaba y prefería cesar antes de cobrarse la pieza, lo cual habría podido ser más arriesgado. Malena retoma el tema. No puedo entender que aquellos dos amantes que no se metían con nadie acabaran mal. Las historias de amor no deben acabar mal. Con lo que tú lees y dices eso, Malena, la increpo. La literatura está plagada de historias destrozadas o simplemente frustradas. Pero Malena parece no escucharme. Si al menos todavía se encontrara aquel maletín que Lenka Sbovoda le confió a tu padre, Karel. El tesón de Malena nos deja boquiabiertos a Karel y a mí. Pero ¿no te das cuenta del tiempo que ha transcurrido, de los cambios, tropelías, desapariciones que se han sucedido con unos regímenes y con otros?, le contesto con energía. A veces suceden prodigios, Michal. Esas cartas que me ha pasado Karel, por ejemplo. Aún existían, estaban ocultas en alguna parte, alguien las protegió aunque no sepamos por qué razón, y tiene que haber más. Yo creo que si una historia de amor ha sido intensa y persistente, y ha afrontado riesgos deja siempre una huella o un cabo suelto para la posteridad. En unos papeles, en la memoria de supervivientes o acaso en la figura de un hijo. Vamos, Malena, que lo que quieres es que la Historia se adapte a como te hubiera gustado que fueran las cosas, la insisto tratando de que baje de la nube. La vida de las gentes ha pasado durante un montón de años por azares y vicisitudes sin fin, y esas mismas vidas se debatían entre los verbos perecer y sobrevivir. Cuando estos dos verbos eran los platillos fundamentales y decisivos de la balanza biológica, ¿qué sentido podía tener el amor? ¿Qué espacio vacío podía reclamar la ilusión más imposible de todas? Al acabar la frase yo mismo me quedé helado. ¿Qué pensaría Malena de aquella especie de declaración teórica que podría dejarme en entredicho? Pero Malena flotaba en su mundo literario. Pedimos otro café. Aquella noche no había sueño.
Desde tu comentario ha sido fácil llegar hasta aquí. He estado curioseando y me gusta.
ResponderEliminarMalena se me queda "pendiente" para otro día. Quiero leerla con calma empezando del 1 para no perderme nada.
Volveré.
Gracias, Joana, por pasarte. Tómatelo con calma.
ResponderEliminarVuelve cuando quieras.
Veo que a través de Malena van surgiendo otras historias como en las cajas chinas.
ResponderEliminarVoy siguiendo las "entregas" del relato y creo que estoy cogiendo cierta simpatía al personaje, a pesar de que me advirtieras que tenga cuidado con ella.
Pues hala, cajas chinas, hasta donde den de sí, uf.
ResponderEliminarGracias por tu atención, CMG.