"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 1 de mayo de 2011

Malena S. / 19



Cuando salimos de la taberna, la niebla del anochecer subía por las cuestas hacia el Hrad y descendía hasta el río. Los tres íbamos contentos, el vino hizo lo suyo y el becherovka puso la guinda. Estómagos calientes, pasos lentos, los tres agarrados del brazo, la chica en medio. Daban ganas de cantar, pero ni Malena se atrevía, ni Karel tiene ya voz para estos trotes ni yo he sido nunca precisamente una fiesta. Las postales y las cartas heredadas por Malena (así decía ella, que había heredado letras y más letras) habían concitado la conversación de la cena. Y con las cartas se había destapado la memoria del tiempo pasado, los entresijos de la compleja historia que hemos vivido y las desgracias anexas a las sociedades maltratadas. No creáis que las cosas resultan siempre tan bellas como a veces las letras dan a entender, dijo Karel con tono apesadumbrado, según nos acercábamos al puente de las figuras barrocas. Yo era niño cuando conocí a una pareja semejante a la que componían Frantisek y Maruška. Entonces no percibía las cosas, pero andando el tiempo mi padre y mi hermano mayor me fueron aclarando el juego. Él era de Dresde y ella de aquí, de Smichov. Creo que él estaba casado, pero no su amante. Ser de dos nacionalidades distintas no había constituido problema alguno hasta que el monstruo vecino llegó al poder. Y ni siquiera entonces supuso una dificultad para ambos, que se veían discretamente en Dresde o en algún pueblo próximo a nuestra ciudad. Mi padre estaba bien informado porque Lenka Sbovoda, que era como se llamaba ella, había sido novia suya en la universidad, y de vez en cuando se la encontraba. El hombre de Dresde era un hombre culto, apuesto y decidido. No, no era judío, sino algo peor: era un librepensador que siempre había tenido conflictos en los medios académicos, y más en ese momento con toda la ralea de oportunistas que se iban arrimando a los vencedores. Cuando el monstruo fue afilando su estrategia agresiva y removió el tema de los Sudetes todo se puso patas arriba. Al hombre de Dresde le empezaron a poner dificultades para salir de allí y Lenka Sbovoda hizo un considerable esfuerzo por desplazarse en diversas ocasiones para encontrarse con su amor. ¿No hay cartas de aquella relación, Karel?, le interrumpió Malena como una niña entusiasta. Es probable que las hubiera; mi padre llegó a ser depositario de un maletín de Lenka S. con libros, fotografías y otros recuerdos. Una pequeña maleta de cuero marrón oscura, con sus correajes, que estuvo mucho tiempo en el desván de la casa de mi padre. Pero Karel, ¿lo dices ahora?, le espetó Malena enfática y casi riñéndole. Ay, amiga mía, vete a saber qué fue de aquel maletín y de tantos otros objetos, con todo lo que vino después. La luz de las farolas del puente carolino apenas penetraba en la densidad de la niebla. Era bonito pararse a ver correr la bruma húmeda y fría, ignorando el curso del Vltava. Parar un instante los recuerdos, jugar a distanciarnos los tres, dejarnos borrar por el ángel exterminador que hace desaparecer la ciudad a las horas más secretas.

6 comentarios:

  1. Bella entrada. Un fuerte abrazo.

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  2. ¿Nos dejas con una posible historia nueva?
    Saludos, y un abrazo. He disfrutado mucho leyendo tus últimas entradas, pues iba algo atrasado.

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  3. Me gusta el personaje de Malena: impulsiva y voluble a veces, pero de una profundidad en sus comentarios capaz de estremecer.
    Saludos.

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  4. Gracias por seguir pacientemente el rollo. Un abrazo, Emejota.

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  5. Las historias nuevas, como indicas, bien podrían sucederse, pero no sé, sería cansar al personal...

    Gracias por tu fidelidad, jaj.

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  6. CMG, cuidado con Malena, sabe por dónde se anda y por dónde le gustaría volar...(es un decir, yo creo que ni ella sabe cuánto va a crecer)

    Me alegro que te guste este pequeño esbozo, a mi me gusta también el intento.

    Salud siempre.

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