Malena no ha leído toda la obra de su escritor mítico. El enterrado en el Zidovtské al que hemos estado visitando. La lee con lentitud, dejando reposar, eligiendo al azar, tomando lo que le pide su inquieta latencia. Malena suele decir que un libro en el que desde su primera página intuyes interés no debe leerse corriendo. Michal, me dice, un libro que te atrae es como una seducción. Sus primeras páginas son un tanteo con el lector y éste decide si se deja cautivar o lo rechaza. Por supuesto, siempre es una sorpresa leer un nuevo relato, pero cuando uno pide algo más, necesita que tenga lugar un cortejo del texto con el lector. Sólo en ese instante empiezas a sentirte atrapado. Y en ese juego, Malena, ¿dónde queda el autor? ¿No es lo mismo texto que autor? Sólo a medias, Michal. El autor es una especie de observante, agazapado detrás de lo que ha engendrado, seguramente reconcomiéndose por la historia que dio a la imprenta. No me digas que el escritor es un vulgar voyeur, Malena. ¿Por qué no, Michal, por qué no puede serlo? Se ve devorado aún por la incertidumbre de haber dirigido el relato en una dirección y no en otra. Está obsesionado con las puertas que ha cerrado o con las estancias que ha dejado sin ocupar. Algunos autores se sienten obligados a escribir otra novela por esa causa. La última nunca les deja satisfechos, sienten que no han logrado su objetivo sino circunstancialmente. Malena siempre me desborda, agota primero mis recursos pero enseguida fomenta mi capacidad sugerente. El autor, me dice, es el tercer hombre, alguien que está en el fondo de la historia pero que te suelta ésta para que te mantengas distante de él. Y sin embargo, cuántos autores no estás tocando en lo más hondo al leer cada línea de sus textos. A mi me pasa con el hombre enterrado ahí abajo. Tan pronto me parece un hombre distante como el hombre textual por excelencia. Eh, Michal, ya estamos cerca de la casa de mi amigo Jan, el anticuario. ¿Nunca te he hablado de él?
viernes, 15 de abril de 2011
Malena S. / 6
Malena no ha leído toda la obra de su escritor mítico. El enterrado en el Zidovtské al que hemos estado visitando. La lee con lentitud, dejando reposar, eligiendo al azar, tomando lo que le pide su inquieta latencia. Malena suele decir que un libro en el que desde su primera página intuyes interés no debe leerse corriendo. Michal, me dice, un libro que te atrae es como una seducción. Sus primeras páginas son un tanteo con el lector y éste decide si se deja cautivar o lo rechaza. Por supuesto, siempre es una sorpresa leer un nuevo relato, pero cuando uno pide algo más, necesita que tenga lugar un cortejo del texto con el lector. Sólo en ese instante empiezas a sentirte atrapado. Y en ese juego, Malena, ¿dónde queda el autor? ¿No es lo mismo texto que autor? Sólo a medias, Michal. El autor es una especie de observante, agazapado detrás de lo que ha engendrado, seguramente reconcomiéndose por la historia que dio a la imprenta. No me digas que el escritor es un vulgar voyeur, Malena. ¿Por qué no, Michal, por qué no puede serlo? Se ve devorado aún por la incertidumbre de haber dirigido el relato en una dirección y no en otra. Está obsesionado con las puertas que ha cerrado o con las estancias que ha dejado sin ocupar. Algunos autores se sienten obligados a escribir otra novela por esa causa. La última nunca les deja satisfechos, sienten que no han logrado su objetivo sino circunstancialmente. Malena siempre me desborda, agota primero mis recursos pero enseguida fomenta mi capacidad sugerente. El autor, me dice, es el tercer hombre, alguien que está en el fondo de la historia pero que te suelta ésta para que te mantengas distante de él. Y sin embargo, cuántos autores no estás tocando en lo más hondo al leer cada línea de sus textos. A mi me pasa con el hombre enterrado ahí abajo. Tan pronto me parece un hombre distante como el hombre textual por excelencia. Eh, Michal, ya estamos cerca de la casa de mi amigo Jan, el anticuario. ¿Nunca te he hablado de él?
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Interesante visión sobre el escritor dentro de este interesante relato.
ResponderEliminarSaludos, y un abrazo.
Y lo que agradezco que me sigas, Carlos.
ResponderEliminarBuen sábado.