Cuando Malena se levantó puso en el tocadiscos a Vivaldi. Era un concierto de violín que me fue despertando muy despacio. Sentía la boca reseca y olía todavía a ella. Creo que se lo dije: huelo a ti, Malena. Está bien, contestó según iba en dirección a la cocina, y si quieres aprovecha, antes de que sepas a café. No cambio el café por ti, le dije. Luego, insistió Malena, ahora desayunemos. Pero más tarde tenemos que salir, según tus planes, repliqué. Pues no tomes el café, no te laves, no te enjuagues los dientes, no fumes. Ah, y déjate crecer la barba; los hombres con barba prolongan el olor de la mujer amada durante horas, ¿no lo sabías? Repasé por un momento qué hombres había en el entorno de Malena que llevaran barba. Jan no la tenía, y ni Jaroslav ni Bohumil tampoco. Tal vez algún profesor de Artes; sí, creo recordar que había uno o dos que llevaban una barba muy de los tiempos revolucionarios. Descuidada, greñuda, muy poblada. Yo aún no conocía a Malena más que de vista. La memoria es un viejo y misterioso arcano. Pero la capacidad de Malena, actualizando automáticamente los recuerdos como si fuera algo vivido ayer, era desbordante. ¿O la memoria de la que hacía gala era más reciente? Me vio pensativo y me asaltó. Oh, Michal, sabes de sobra que me fascina que huelas a mí, que me saborees, que prolongues tu cata. Incluso ahora, cuando salgamos a la calle, sabes que me entusiasma que te recrees en ello y que me lo hagas sentir. Es como Vivaldi. Escucha su apacible música. ¿Te parece suave, reposada, relajante? Pues no, no lo es. Su música es un torbellino. Estas piezas de violín no están respaldadas por sonidos fuertes, pero es un oleaje sin principio ni fin. Y sin embargo no sé qué tiene que nos transmite melancolía. Es lo que más me recuerda a la propia construcción del hombre. Lo más parecido al crecimiento de cada uno de nosotros. Y cuando te hace crecer y te exulta y parece que te va a colocar en lo más alto de las nubes, va y te conduce a otra fase en que te ves más inseguro, más abandonado, más en declive. En ese instante es cuando necesitas que haya alguien cerca que te haga el amor. Porque si no, te echas a llorar. Seguramente muchas veces sea mejor llorar que amar, porque al menos tus lágrimas las controlas y te purifican, pero la insatisfacción que puedes sentir si no amas bien y no te aman bien es destructiva. Las palabras de Malena me abrieron en canal. No salgamos todavía, le dije, afectado por su discurso. Ahora que lo pienso, Michal, creo que Karel y su librería de viejo pueden esperar. Malena tenía su nariz pegada a mi rostro.
En este apartado desbordas un apacible sentimiento de ternura.
ResponderEliminarTe sigo leyendo. Un abrazo
Vaya, me alegra oírlo. Yo, lo intenté. Gracias, Carlos.
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