¿Sabes a quién me ha recordado hoy nuestro músico favorito, mamá? A aquel samurai apuesto que tocaba el shakuhachi y que colgaba de una pared del despacho del abuelo. Mamá me ha mirado con los ojos bien abiertos.
¿Es posible que te acuerdes de aquella vieja pintura? Tu abuelo lo había recibido de su padre y decía que éste había conocido directamente al pintor en la corte de Edo. A mi no me sonaban nada los detalles y acaso tampoco hubiera recordado el cuadro de no ser por la serenata del danzarín.
Mamá se ha dejado llevar por la nostalgia. Se le nota enseguida.
Dicen que era uno de los últimos y más importantes grabadores de su tiempo. El abuelo había trabajado de escribiente en una de las dependencias administrativas del último shogun. Debió recibirlo como regalo por parte de un potentado al que facilitó unas escrituras de propiedad. Te parecerá lejano y extraño, pero debes saber poco a poco cómo funcionan las cosas en este mundo.
La veía con ganas de darme consejos y lecciones. Suele decir que lo hace para que me sean útiles en la vida. Esta muletilla me molesta, pero es inevitable que me la repita con frecuencia, sobre todo desde que papá no está. Se queda así más a gusto. Mamá sospecha que las cosas no van a seguir de la misma manera cuando esta guerra termine. Y cuando se deja llevar por la incertidumbre entonces duda y calla.
Hoy tenía ganas de hablar. La ocasión brinda, como dice ella, sacar acontecimientos de la memoria. Puede que duren todavía los efectos relajantes del concierto del amanecer.
Hay ciertas cosas que hay que tener claras, insistía.
Y una importante es que la gente hace las cosas por obtener algo a cambio. Y si es posible en las mejores condiciones y para percibir el máximo posible. Ya sea por dinero o por bienes, porque nadie da nada por las buenas, y la generosidad es más propia de los que tienen algo que de los que carecen. Los que no tienen apenas son generosos, sólo saben compartir las miserias. Cuando habla así, lo hace con amargura. Entonces pierde fuerza y se apaga.
Pero la pintura del abuelo era muy hermosa, mamá. Si a mi me pagasen algún día con obras de ese estilo me daría por satisfecha. ¿Cómo dices que se llama esa manera de pintar?
(Fotografía de T. Enami)
Ya lo decía Sófocles: "Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo."
ResponderEliminarDescubrir la vida es bonito. Descubrir el arte más, porque significa descubrir la belleza.
ResponderEliminarMe apunto lo de Sófocles, Inner. A mi me interesa más que el individuo piense POR sí mismo. Puede que sea lo contrario del EN o al menos un complementario positivo.
ResponderEliminarRamón. Yo veo todo en la misma órbita. No me entra en la cabeza que se viva anodina y cutremente, ignorando la capacidad de fascinación múltiple del arte. Los sentidos de la belleza del arte son plurales también. Si descubres en la belleza la sabiduría no te cuento. Se hace extraordinario hincapié en la relación estética/ arte. ¿Por qué no hacerlo también en su vertiente de conocimiento/sabiduría/meditación/ arte?
ResponderEliminarEl arte no es solo disfrute sino conocimiento (incluso personal)
Un abrazo.