"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 15 de febrero de 2011

Mi ojo / 25



Hay noches en que me acuerdo mucho de él. La oscuridad me arrastra a imaginaciones fantasiosas. ¿Cómo veo a papá? Le veo sudando, apretándose el cinturón continuamente, metiéndose la camisa kaki por los pantalones. Le imagino pero casi es más como si soñara con él. Papá nunca sudaba. Pero dicen que en aquellas latitudes hace tanto calor que la gente tiene que tomar constantemente té o agua. ¿Tomará realmente té? Le imagino conservando su tipo afinado y algo desgarbado. Contemplando un horizonte vago, pero lleno de vegetación. O acaso el mar. Hastiándose de mar, él que era de tierra adentro. Y se me antoja que se pasa la mano por la frente con frecuencia y que aguza la mirada, porque papá es miope. No es excesiva su miopía pero acaso los esfuerzos se la hayan agravado. También le veo entregado a leer en ratos en que el servicio no le obliga. Porque quiero creer que aquellos soldados podrán leer esté donde estén. Papá no podría vivir sin leer. Cuando yo era pequeña adaptaba parte de los relatos que leía y me los contaba. Creo que en el fondo los hacía nuevos. ¿Pero acaso muchas de las cosas escritas de los monogatari antiguos no son invenciones sobre invenciones?

Cuando imagino a papá, elijo. Elijo verle como si estuviera de permiso o de gestiones. No me interesa saber si está junto a un cañón, en una casamata o cautivo del enemigo. No pienso en él como si estuviera solo. Ni padeciendo, más allá de los naturales rigores del lugar y del clima. Si nadie nos dice nada, no tengo por qué temer nada. No se teme lo que no se conoce ni se debe hacer caso a los fantasmas que revoloteen por la mente. Además, cuando fantaseo es como si le rescatara de la lejanía y de una dedicación que nunca habría elegido. Me entretengo en los recuerdos de la vida que hemos compartido. Esto de la guerra es una interrupción, simplemente, me digo. Aunque dure lo suyo. Cuando veo que mamá está lacia le cuento mis devaneos de la noche. No son agitados, suelo decirla. Ni me turban. Si hubiera pasado algo ya lo sabríamos. Siempre hay que verlo así. Ella entonces me contempla en silencio, mueve la cabeza ligeramente a un lado y otro, y se deja embaucar plácidamente por mis palabras. Que a la vez son mis intenciones. Pero no puedo evitar que el destello de sus ojos me abrume.

2 comentarios:

  1. Esta serie me parece una obrita maestra, Fackel,

    cuando esté acabada la imprimiré para leerla completa. Una delicia,

    abrazos

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  2. Stalker. Os la estoy dando doblada, ya lo sé. Paciencia y comprensión con esta oveja descarriada.

    Un abrazo.

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