"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 10 de febrero de 2011

Mi ojo / 20



Me he despertado a medianoche. En sueños le he visto bailar. Me he visto bailando con él en sueños. Los dos saltábamos por los prados. Los dos recorríamos el vecindario. Mamá nos miraba y se ponía a bailar también. Él iba disfrazado, no se parecía al danzarín real. Se comportaba como actor. Clamaba, declamaba, nos convertía en público, nos arrastraba a la actuación. No dejaba de mirarme y de perseguirme. La agitación me ha arrancado de mi noche profunda. Entraban perfumes desde el jardín. He sentido un escalofrío. Me he recogido dentro del futón. Mis cabellos estaban revueltos. Mi piel me olía fuerte. Sentía amarrados mis músculos. Veía a este hombre delgaducho, ágil y burlón deambulando por el cuarto. No era el que corría por los campos y la aldea, junto al río y los caminos. Sino éste que mira, éste que habla, éste que sonríe. Lo veía al lado y me he tapado hasta las cejas. He tiritado, me he encogido, me he convulsionado, me he perdido.

Mamá duerme hondamente. El sueño me ha alcanzado inhalando el aroma de los jazmines.





(Fotografía de Eikoh Hosoe)

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