El danzarín ha cenado de nuevo con nosotras. Me avergüenza que me mire tan fijamente. A veces hace una mueca y sonríe. Mamá ha estado recordando anécdotas de cuando mi hermana y yo éramos pequeñas. Él ha prestado mucha atención. Cuando ha recordado lo del gato ha estallado en unas carcajadas exageradas. No sé si porque le hacía tanta gracia o porque quería entrañarse más con nosotras.
Ha contado mamá:
un día nuestro gato desapareció, así porque sí. Era un bobtail precioso, con una mancha en cada oreja. Mis hijas salieron como locas a buscarlo por los alrededores. No sé cuál de las dos estaba más furiosa, pero llorar solo lloró Hitomi. Ésta, por mi,
en cambio, se contenía pero no paraba de registrarlo todo nerviosamente. Como no apareció ese día, a la mañana siguiente anduvimos preguntando por el caserío aislado y luego fuimos al pueblo, a ver si allí lo habían visto. Recorrimos un buen tramo de la ribera del arroyo y hasta nos acercamos al molino. No tuvimos suerte. Cuando tres días después ya le dábamos por perdido se presentó mi marido, que venía de la ciudad, con él en brazos. En el apeadero del ferrocarril, que está lejos de aquí, se lo habían encontrado dentro de una saca de correos, entre cartas y efectos postales. Nadie sabe cómo llegó a aquel costal, aunque hubo interpretaciones para todos los gustos. Y ni siquiera Sugita, el cartero, se libró de ellas.
Ya he dicho que nuestro amigo no ha parado de reír. Ha sido entonces cuando, no sé si por efecto de la risa o del sake o de una confianza que nos ha sorprendido y creo que hasta emocionado, ha hablado de manera coherente.
Eso es que el gato se sentía carpa y quería transportar las cartas del corazón, ha dicho con una mordaz ironía.
Además, de los gatos puedes esperarte cualquier cosa y, desde luego, ni se te ocurra pedirles su propio exterminio. En eso se diferencian mucho de los humanos. Tienen más agudeza en su instinto de supervivencia.
Me he quedado mirando su rostro asentado y firme. También hoy parecía otro, más otro si cabe. Cuando me he levantado para traer el té le he pillado observando mis movimientos.
(Fotografía de Itou Kouichi)
esta asturiana te da las gracias por compartir tus bellisimos relatos y deleitarnos hermosamente con ellos, un besin muy grande.
ResponderEliminarDespués de todo, hasta el danzarín tiene su lado más humano (con todo lo bueno y malo que conlleva).
ResponderEliminarCuriosos animalejos los gatos...
Gracias, Ozna.
ResponderEliminarInner. ¿Es que acaso sólo hay un lado humano? ¿No es demasiado frágil la calificación de humano? Se lo tienen que revisar los que utilizan el adjetivo para una parte y no para el todo.
ResponderEliminarBuena noche.