La noche olía a viñas. La tierra estaba silenciosa. Una luz emergía entre los majuelos, destellando quebradiza. Se aproximaba. Tomaba la apariencia de una antorcha. La antorcha salía a mi encuentro, iluminándome sólo a mí. Y ardía en todas las direcciones sin encontrar más límite que su propia fuerza expansiva. No era la zarza ardiente. No me ordenaba sacrificio de ninguna clase ni acatar ley alguna ni someterme a servidumbre. No había voz ajena en ella. El vigor de su llama impedía que en ningún momento permaneciera inmóvil. El más leve soplo de aire desviaba la trayectoria de la llama. Y ésta se proclamaba firme en su vuelo sin atender a límites. Ascendía o venía a mi búsqueda o se alejaba o se retorcía o caía buscando el pedregal. Si yo me apartaba, ella se apartaba. Si yo me acercaba a su calor, ella venía a encontrarse conmigo. Si yo distraía la mirada, ella se desplazaba lateralmente. Supe entonces que aquella antorcha era la mía. Que yo, además, era el fuego. Y la mirada en el agua, el reflejo en el espejo, la sombra en el muro, la memoria acechante, la sangre acumulada en mis ojos, la saliva recurrente, el semen silencioso. El humo en que se convertían mis palabras.
Dear Therapist: No One Wants to Host My In-Laws for the Holidays
Hace 33 minutos
Cuando miramos sobre una superficie blanca vemos esas moscas de nuestra retina. Pero no se pueden atrapar: si pretendes mirarlas de frente no las ves. Sólo lo logras cuando no lo pretendes, cuando te conformas con mirarlas de perfil.
ResponderEliminarEl relato es muy bonito, muy poético. Sustantiviza ese fuego interior, ese fuego íntimo que tampoco puede mirarse de frente.
Ramón, me entiendes bien. Y se me habían olvidado citar esos puntos negros de la retina (si son moscas es para preocuparse por ello, te lo aseguro)
ResponderEliminarSomos también nosotros mismos que siempre estamos tratando de acercarnos a objetivos externos que no pueden realizarse sin comprometer nuestra alma. Acaso esa disposición de perfil física, tan efímera, nos brinda una aproximación.
Salud y fuego (purificador, naturalmente)
Precioso texto de prosa poética, Fackel:
ResponderEliminarMe encanta leerte
Abrazos y felicidad
Gracias, A. Con tus lecturas me estás redescubriendo a Fackel. ¿O descubriéndolo?
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