"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 28 de junio de 2010

Acompañamientos

No sé qué tienen los pequeños objetos para que se sientan atraídos por los libros. Entran en la estancia formal de éstos y los libros se corren hasta el fondo, se estrechan unos contra otros, hacen un hueco. Es como si los estuvieran esperando. Unas estanterías sin cositas parecería una biblioteca ordinaria de un centro público. Y también anodina. Pero las bibliotecas caseras tienen que parecer otra cosa. Tienen que tener algo más de alma. Probablemente haya secretas aproximaciones entre los libros y las menudencias que se van instalando en su entorno. Compañías parejas que han podido llegar en distintos tiempos, pero acaso por las mismas manos. O no por las mismas manos, pero sí con arreglo a motivaciones análogas. O no por causas semejantes sino por arte del azar venturoso, sin más. A veces me pregunto qué tienen en común objetos dispares como los que cito a continuación: un cenicero de Castro de cuando fumábamos; un tintero de cerámica con el palillero de barro también; una palomita de Sargadelos que conviene no abrir con frecuencia porque contiene hierbas peligrosas; un diminuto tintero florentino; un viejo topo; un zapato de loza finísima de la madre muerta que ésta conservó con misterioso afecto toda su vida; y suma y sigue si continuáramos el zapeo. A primera vista se pensará que lo que liga a todos estos objetos es simplemente el destinatario, ese maniático de los libros que además decide agitar su magín con memorias que se tocan, y que se activan cuanto más se palpan, más allá de las letras. Ese vulgar poseedor que hace de mercachifle de sus propias ilusiones. Ese haragán de atardeceres recoletos dañinos para su miopía. Sin embargo, el propietario piensa que él es sólo un mediador aparente, concurrente. Una excusa para provocar una coincidencia de geografías, de intenciones, de sentimientos y de significados. Cierto: él cataliza la disparidad, la preserva, guarda sus arcanos. Si las cosas que hay colocadas por los anaqueles hablasen ellas mismas escribirían nuevos libros. ¿Será ése el vínculo soterrado y el deseo en potencia que hace que se busquen mutuamente? Variedad de palabras, algunas explícitas; otras, contenidas en formas múltiples que muchas manos laboraron.




20 comentarios:

  1. Tus acompañamientos y los míos son los mismos practicamente, y además de la misma versión.
    Y no te estoy ligando, son la muestra en imágenes que acompaña tu texto.

    ResponderEliminar
  2. Hoy no me interesan tanto los objetos como la intimidad de tus lecturas. Te exclamas por denominarte kantiano, teniendo las obras completas de Guillén...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Por favor, quítame ese zapatito de ahí adelante que me pone nerviosa. Se va a caer :(

    ResponderEliminar
  4. Jesús, no sé si te refieres a los acompañamientos textuales o a los pequeños guardianes de recuerdos. O a los dos. Pero eso debe significar que andamos por la misma edad ( disculpas si me equivoco, pero no vale citar cifras, jaj)

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Ataúlfa, no me he tenido nunca por kantiano, al menos no en exclusiva, pero mira, acaso tenemos una pizca de todo. El aluvión de la vida es así, ¿no?

    Y las lecturas...a veces me parecen más fetiches que los otros fetiches. Ah, tal vez lo malo de las palabras no es aquello de mientras son objeto. Lo grave es cuando forman parte de ti mismo. O te condenas o te salvas (lo normal es que sobrevivas, sencillamente)

    Salud y prosperidad mental.

    ResponderEliminar
  6. Vamos, R.A.B. que seguro que eres más fuerte que todo eso, aunque sobre manías y obsesiones todos resultamos muy débiles...

    Tranquila, que tiene más de un siglo y está en un lugar de honor, por lo que atañe de homenaje a su propietaria (mi madre)

    Buena luz.

    ResponderEliminar
  7. Fackel, imagino que no debes ser kantiano en tu totalidad, sería horroroso...Bromas aparte, te comentaba la referencia hacia Kant por tu capacidad sobria de percepción en muchos casos, pura, sin contaminar. Me cuesta explicarlo, de tan fácil que escribes y señalas en ocasiones. Eso simplemente.
    Que no nos salvemos nunca de las palabras, jamás de la belleza de sus sentidos y estructuras.

    Clarividencia!

    ResponderEliminar
  8. Braun. No tengo claro si las palabras salvan o condenan, pero quiero creer en lo primero. De lo contrario, no incidiría torpemente en ellas ni me serviría de su correspondencia sobre los actos en los que vivo. Extraño y contradictorio destino el de las palabras. Indisolubles de una dirección, de un viento, de una idea, de un sentimiento. Y a la vez, rebeldes y contra la dirección, el viento, la idea, el sentimiento. Curioso acontecer el nuestro, el humano.

    ResponderEliminar
  9. querido fackel, me puse a llorar (pero es de alegría, de verdad), porque yo no entiendo las bibliotecas sin acompañamientos, sin cositas que se anuden a los libros, sin cositas que forman parte de mí.

    además vi que Bash siguió tu estela y tu estela me parece tan dulce, este rescate de lo mínimo, lo mínimo de lo que no podemos deshacernos. y tus libros son también los míos.

    voy a subir al pajarito mis "acompañamientos" y vos serás algo así como el capitán que enhebra todos nuestros estantes íntimos con una soga. Stalker talló una entrada sobre la intimidad, es intimidad lo que existe entre los libros y nuestras cositas.

    te abrazo fuerte.

    P.S. me preguntabas nombres el otro día, porque la vida es corta y eso ... yo siempre vuelvo a los muertos, Fackel, a Proust, a Flaubert, a Dostoievski, a Walser, a Pessoa. Y entre los vivos me emociona mucho leer a John Berger y a Didi-Huberman, que tiene un libro con un ensayo precioso sobre Benjamin (el libro es "Ante el tiempo").

    ResponderEliminar
  10. Pues para tener un siglo has sabido mantenerlo muy bien.

    ResponderEliminar
  11. RAB, es que hay iconos de tu vida que siempre proteges de manera especial. ¿Sabes cómo protegí éste? No interesándome por él, relegándolo a una maleta, casi olvidándolo. Y de pronto, un día, lo reencuentras y oyes que habla por otra persona, ¡y lo rescatas!

    Casi todo es así.

    ResponderEliminar
  12. Mariel, me dejas sin palabras. Si yo no pretendía sino una disquisición casual, una mirada. Tomé esos estantes como podía haber tomado otros. ¡Todos los anaqueles están repletos de cosas que dicen algo, que son parejas de libros y de mi! ¿De valor crematístico? No hay nada. ¿De valor sentimental? Todo. ¿De valor memoria? Dos veces todo.

    Dices d elos muertos (irónicamente) Temo a los muertos en vida. Esos muertos que citas (ahora que estoy redescubriendo a Cervantes lo tengo más claro) están plenos y pletóricos. ¿Qué importa que la mano inductora no exista? Era una mano intermediaria, convergente. Sus frutos están ahí, y también son limitados y convergentes, y necesitarán que se recreen en los próximos milenios.

    Nota sobr mi papel en la marinería: como mucho grumete, hermana, grumete. Incluso ser timonel es una gran responsabilidad, y yo sólo aprndo a navegar.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  13. Me gusta lo que veo, maestro...

    ResponderEliminar
  14. Acabo de estar donde Mariel y me he sorprendido al ver tu entrada... al leer su comentario aquí he entendido su fascinación, que es la mía. Galaxia Gutemberg, esos libros de papel de fumar, pero claro, verdaderas joyas. Y tantas otras cosas.

    Acabamos de tener una breve discusión doméstica: ¿se trata de una pipa (versión mía) o de un tintero en la primera foto? No estaría mal que fuera una pipa (tampoco un tintero, concedamos...)

    ResponderEliminar
  15. Staker, me alegro. Tu impresión siempre es un baremo para mis criterios en evolución. Pero lo que no se ve, lo oculto tras esa primera fila...ah, eso sí que es teta de novicia que decíamos de chicos.

    Fraternal.

    ResponderEliminar
  16. un tintero de cerámica con el palillero de barro también

    eso decía en el texto, por decirlo de alguna manera, me lo regalaron hace miles de años, era una creación moderna que se podría utilizar, puesto que el palillero tiene plumín y el tintero puede llenarse de tinta, viene de la mano de algún exiliado americano, me pareció diferente, los útiles manuales de escribir me privan, las herramientas mecánicas de escribir de otro tiempo me apasionan, se las llama máquinas, tengo algunas, pero nunca me he propuesto ir a la caza y captura de objetos de este tipo, siempre he creído que las cosas tienen que llegar a mi por casualidad, como llega el dolor o el placer, como se presenta un viajero al que no conocías y te dice algo que crees que lo has conocido desde siempre, sólo porque te cuenta relatos que te hacen vibrar o al menos interesarte, porque conectan con los relatos de ti mismo, siempre he creído en el azar no como esoterismo, sino por que siempre algo tienen que acontecer, porque la ley física, se recubra de biología o de encuentros, es parte de nosotros, no hay que pensar en lo que se desea, ello viene, y así todas estas cositas sobre los anaqueles, la mayoría por manos ajenas, algunas por la propia a la que has negado su calidad de propia para disfrazarla de ajena, todo es particular y a la vez nada e snuevo, todo nos parece de cada uno y a su vez es lo que hacemos todos o casi todos...

    Gracias por airear los temas, Ramón.

    ResponderEliminar
  17. Hermoso texto. Objetos que aportan 'alma' a las estanterías, interlocutores, como si temiésemos que los libros pudieran aburrirse entre ellos pese a la magnitud de los encuentros posibles. Sí, esos objetos son algo más que simples evocaciones. Vienen de otros mundos para entablar un diálogo secreto. Y algo muy importante, me parece, no tienen ninguna justificación, no tienen porqué justificarse en ningún sentido.
    Saludos

    ResponderEliminar
  18. Dices bien. Leonardo. No tienen por qué justificarse, ni avergonzarse, ni ser mirados con aires de subestimación. El que no sepa mirar que no mire. A ellos les da lo mismo. Su triunfo, celosamente resguardado, es saber que representan algo de nosotros. Un pulso de vida a los libros. De lo que nos han aportado unos y otros nos nutrimos.

    Gracias por pasarte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  19. Algo deben evocar.
    No creo que los pequeños objetos estén en un lugar sin ningún sentido.

    buena noche

    ResponderEliminar
  20. Muchos objetos llevan su texto implícito, no lo dudes, Aquí. Unos de origen, otros de acogida, unos por mérito ajeno, otros por mérito propio. Y muchos por recreación. La evocación se produce si se ejercita.

    Buen sábado, soleado si es posible.

    ResponderEliminar