“...y mi naturaleza, de por sí más serena, tras los años de desgaste y sedimentación, recupera un antiguo carácter que creía desalojado de mi. Y ahora aquí, me rebelo. Por un instante cierro los ojos y pego un puñetazo en una mesa que no existe, entre unas paredes que no me recuerdan ni me reconocen, a través de una claridad que me desprovee de todo. Se me brinda la oportunidad de soñar con imágenes que puedo rescatar de su evanescencia. Imágenes cuya doble faz pueden dañarme. Recuerdos que sin duda cambiarán de significado porque el tiempo no ha pasado en vano. Porque la manera en que, al menos en apariencia, se manifestaron aquellos acontecimientos en su día no revisten ahora las mismas características. Nunca existen los hechos en abstracto, ni tienen cuerpo propio, ni se mueven para justificación de sí mismos. Y si los hechos llegan a ser tales en cuanto a la forma, en cuanto a cómo se han desarrollado, no resultan nunca suficientemente aclaradores por sí mismos. Tienen que ser observados, y el cuerpo de la mirada no es único. Demasiados ojos desde demasiados rostros para ver del mismo modo. Las conclusiones que sacamos cada cual fijan realmente la cara de los hechos. Su interpretación es siempre interesada. La nebulosa de confusión que se impone despliega un pulso entre posiciones, y cada una de ellas quiere tener razón. La inquietud se ceba en el entorno de los supervivientes sin saber bien si desaloja el marasmo. Eso son los hechos. Una dinámica instantánea, apenas una centella que deja su residuo nuevo. Que lo toca todo con otra luz o que lo cubre todo de tinieblas. Lo que da lugar a un desenlace siempre viene de atrás, asentado en el conflicto entre individuos y reconcomiendo el espíritu del individuo mismo. La presunta objetividad con que se atienden los sucesos una vez han tenido lugar nunca es tal, pero se emiten juicios, se deslizan aproximaciones, se extreman alegre o airadamente las opiniones. Y depende también de la nueva correlación de fuerzas entre los que participaron en ellos, o entre los sucesores y sobrevivientes de aquellos que estuvieron allí y no están ya...”
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Rebelión, hermano, rebelión...
ResponderEliminarLos caminos de la rebelión son inexcrutables, Tovarich. O indecisos. El mundo es Sísifo y estamos condenados a repetir su estúpida misión. Y la rebelión interior siempre resulta tan insatisfecha...
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