Escribo a la deriva porque es mi reflejo. No lo hago planificadamente. Para qué. Ya, claro. Una cosa es plantearse hablar de un tipo de temas, mantenerse disciplinadamente en ese afán y esa dirección, insistiendo en ellos como prismas cuyas caras se contemplan una y otra vez. Demasiado exigente para mi naturaleza selvática. Otra cosa es hacerlo a salto de mata, sabiendo -intuyendo- que todos los temas pueden ser objeto de observación. Y que estamos tocados por una aproximación ilusoria a interpretarlos. O si no, cuanto menos, de una gran dosis de percepción. Magnetismo innato entre nuestro cuerpo y las cosas, entre el hombre y los acontecimientos. Puede que en el fondo ambos métodos lleven al mismo lugar: a seguir sin entender apenas nada. Mi caos personal me hace comportarme como ese pequeño material lítico y residual que cubre una playa, y que yo adoro tanto. Con esto me conformo. Oh, no es que me baste. No es que no desee ir más allá. Simplemente que no me preocupa si avanzo a la primera hacia una atracción escéptica por saber algo de las cosas. Saber algo de ellas para saber más de mi. Tal vez lo mío es dar unos pasos y pararme a descansar. ¿Descansar? Sí, no dejarme agobiar por el mundo. Mirar hacia atrás, tantear la marcha, mirar mi modesto bagaje e, inevitablemente, hacer ficción sobre lo incierto. ¿Hay algo más incierto que ese término denominado futuro? No me retracto de escribir en esa forma de deriva que es el trozo de texto, la partícula, el fragmento. Obsesionado por éste decía Barthes. “Escribir por fragmentos: los fragmentos son entonces las piedras sobre el borde del círculo: me explayo en redondo: todo mi pequeño universo está hecho de migajas: en el centro, ¿qué?”. Escribo en las direcciones perdidas, en las imposibles, sobrevolando, horadando como topo las raíces de la tierra, bajo las cuales siempre hay más hondura. Me meto en mi mismo y a veces salgo como si no me reconociera. Esta imperfección por escribir a cachos, sin saber dónde está su redondez que delimite o dónde lo partido, tiene sus satisfacciones. No es que no tenga también sus exigencias. Naturalmente que sí, y muchas. Pero son las que circulan secretamente dentro de mi, las que me ventilan, me retuercen, me entierran o me escupen a su capricho. Sensorialmente.
(Pintura de Boix)
Me ha gustado esta entrada especialmente, porque hablas sobre tí, sobre tu forma de escribir. Este hablar en primera persona es lo propio de un diario personal, que creo que es lo que -en realidad- es un blog: el autor entra en su texto. En tal caso, esta forma de escribir, por aproximaciones, exploratoria, sin un centro, sin un previo orden o plan, en círculos, por asociaciones personales,preserva el texto de la vulgaridad de nuestra historia íntima y nos preserva a nosotros de la impúdica manifestación de nuestro yo. Es además, como dices, un camino lleno de hallazgos y placer(para el mismo que escribe), mostrar pero velar. "Escribir para saber qué escribirías si escribieras".
ResponderEliminarEse caos curiosamente muestra vías de luz. Porque paradójicamente, la oscuridad esclarece. Yo tiendo a buscar en exceso la claridad (quizás porque más que escribir quiero comunicar y el deseo de comunicación lastra el estilo). Sin embargo, confieso que como lector me parece mucho más rico un texto ambiguo en el que, al leer, todo parezca niebla y reflejos. Un abrazo.
Tal vez todo se reduzca a preguntarse que sientes escribiendo a la deriva.
ResponderEliminar¿Disfrutas? Pues adelante.
Podemos pasarnos la vida haciéndonos preguntas, buscando nuestro centro, y puede ser una vida plena,claro, pero poder vivirla gozando con los sentidos expandidos y afinados es un privilegio.
Un beso desde el vaivén de mi marea.
Francisco, ¿qué decir ante tu generosa aseveración sobre una parte de mi mismo (mi forma de escritura)? Simplemenete, que ojalá sea uno como lo expresas. He sido toda mi vida demasiado claro y explícito tanto escribiendo como en actitudes con los otros. Hoy tengo dudas, no sé bien si ha servido, no sé bien si yo me he descubierto ahí.
ResponderEliminarSigo meditando sobre tus palabras. Un abrazo.
Pues sí, Rat. Disfruto sobre todo cuando siento los efectos de ese disfrute. La búsqueda vital suele tener mucho de insistencia y repetición sobre lo andado. Pero si hay audacia, decisión y tránsito por los recovecos por los que antes no se había prospectado, la sorpresa puede ser mayúscula. Yo lo intento.
ResponderEliminarGracias por tu estímulo, siempre.