Me quedo con la ironía de Mariano José de Larra, del artículo La planta nueva, o el faccioso, aparecido en La Revista Española, 10 de noviembre de 1833.
"Verdad es que hay en España muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad; país hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar una patada en el suelo, y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe admirar por otra parte esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad y que es tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de población. Esto no es decir que no sea también en ocasiones planta doméstica; en muchas casas los hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun sirven de dar olor fuerte y cabezudo en cafés y paseos. El hecho es que en todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho a la cría del faccioso, y la limpieza, y el olor de la pólvora sobre todo, le matan. El faccioso participa de las propiedades de muchas plantas; huye, por ejemplo, como la sensitiva al irle a echar mano; se cierra y esconde como la capuchina a la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar puntos de apoyo; gústanle sobre todo las tapias de los conventos, y se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la azafétida, y es vano como la caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones.
Es planta peculiar de España, y eso moderna, que en lo antiguo o se conocía poco, o no se conocía por ese nombre; la verdad es que ni habla de ella Estrabón, ni Aristóteles, ni Dioscórides, ni Plinio el joven, ni ningún geógrafo, filósofo ni naturalista, en fin, de algunos siglos de fecha."
"Verdad es que hay en España muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad; país hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar una patada en el suelo, y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe admirar por otra parte esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad y que es tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de población. Esto no es decir que no sea también en ocasiones planta doméstica; en muchas casas los hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun sirven de dar olor fuerte y cabezudo en cafés y paseos. El hecho es que en todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho a la cría del faccioso, y la limpieza, y el olor de la pólvora sobre todo, le matan. El faccioso participa de las propiedades de muchas plantas; huye, por ejemplo, como la sensitiva al irle a echar mano; se cierra y esconde como la capuchina a la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar puntos de apoyo; gústanle sobre todo las tapias de los conventos, y se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la azafétida, y es vano como la caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones.
Es planta peculiar de España, y eso moderna, que en lo antiguo o se conocía poco, o no se conocía por ese nombre; la verdad es que ni habla de ella Estrabón, ni Aristóteles, ni Dioscórides, ni Plinio el joven, ni ningún geógrafo, filósofo ni naturalista, en fin, de algunos siglos de fecha."
Larra alcanzó una gran cota de lucidez que le llevó, entre otras cortas, a la muerte.
ResponderEliminar¿Qué otra cosa pueden hacer les coeurs tendres?
Los demás, para resistir, tenemos que acorazarnos.
Maldita sea la vida.
Muy divertida la comparación botánica.
ResponderEliminarUna de mis aficiones es arrancar la "mala hierba".
Apliquémonos todos a la jardineria dominical.
Saludos.
Stalker, Larra es único. Leyendo esta tarde este artículo, no sólo veía cómo trataba un tema tan arraigado en la desgraciada y aún presente historia española como es el de los eternos irredentos, sino la riqueza de vocabulario, la ironía, el doble o triple sentido, la brillantez de sus calificativos...No sé si fue un corazón tierno, o un hombre acelerado, como diríamos hoy. Sencillamente: exigió demasiado a la vida -lo que ésta no podía conceerle- y ya tan joven estaría harto de la estirpe patria, seguro.
ResponderEliminarLos demás...no se trata sólamente de acorazarnos. Hay que tomar la inciciativa. Hoy leía la opinión de un psicólogo en El País sobre las depresiones por causa de despidos, criss de empresas, etc. Decía algo así como que una salida es indignarse, saltar de rabia, mostrarse ansioso: emociones jodidas para reaccionar. Me recordaba el aforimo de Karl Kraus que envabeza mi blog. Dede luego, esta actitud a mi me ha servido hasta ahora. ¿Hasta cuando podrá uno resistir?
Adelante la indignación, adelante la rabia.
Ah, matiza: maldita sea su puta vida, la de quienes tratan de apagarla impidiendo a los demás vivir con libertad y con dignidad.
Aragonía, ya le veo de jardinero. La expresión "arrancar la mala hierba" es terrible. Se la oía de niño a los representantes de la España montaraz e irredenta -clérigos, militares, jueces, falangistas, bienpensantes...- y me daba asco. Me dije que jamás me pondría a su nivel. Y empecé a creer en alternativas: los argumentos, el diálogo, la cultura, el amor a la libertad, el apoyo mutuo...
ResponderEliminarPero yo le entiendo.