"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 26 de abril de 2009

El ojo de la cerradura



A veces las puertas de la tierra no son las del cielo. Por mucho que quienes las abren y las cierran giren la llave o cambien la cerradura. Por más que los ángeles las preserven y jueguen con ellas hasta tornarlas volátiles como ellos mismos. Demasiado pesada y equívoca debe ser la concesión del capelo para estar a salvo de los maléficos poderes de este mundo. Mas los poderes de este mundo, ¿son atributos concedidos por Dios o por el Diablo? ¿Son un reconocimiento o un castigo? ¿Una prebenda o una carga fatal? ¿Se trata de una responsabilidad o de una tentación? ¿Una misión o una condena? ¿Se ven proyectados hacia la derecha del Padre o temen ser sepultados en el fuego eterno? ¿Son la Verdad autoproclamada por la carne de unos hombres o el eco silencioso de la voluntad de ser como dioses que todos llevamos dentro? ¿Representan aún la autoridad o son recibidos como el rechazo? Nadie niega la belleza de la cerrajería barroca, por más que ese asomar de la cerradura moderna espante. Aún están ellos ahí. Actualizando su cancela. Los guardianes de su Ley y los depositarios de su Verdad. Los celadores de su Virtud y los exegetas del Bien y del Mal. Los decisorios del Amor y los inquisidores de la Culpa. Y todo ello dependiendo del ojo de una cerradura, esa pequeña y sabia rendija por la que se abren y se cierran los inmensos pero caducos poderes de los hombres. ¿Qué entra y qué sale por ese ojo de la pequeña y prepotente ciudad de los fariseos? La forma del ojo de la cerradura me recuerda las de aquellas entradas a la ciudad amurallada de Jerusalén, que nunca estuvo claro que fuera también la ciudad de Dios. Aquellas pequeñas agujas por donde se supone que debería resultar más fácil que entraran los camellos. Porque los poderosos de la parábola -incluidos los revestidos por el capelo y por toda una serie de atributos simbólicos- han estado entrando y saliendo a discrección a lo largo de los siglos.

6 comentarios:

  1. Es difícil entrar por el ojo de la cerradura: tremendamente difícil, más que un camello por el ojo de un aguja. Entrar: pasar al otro lado ¿de qué? de la apariencia, precisamente de los trajes, de los puestos, de los papeles de cada uno en la vida. Traspasar la superficie, lo convencionalmente aceptado, y penetrar más alla, más adentro: al alma de las cosas, a lo que sustenta la realidad de cada persona, que es esencialmente algo que nos uno, porque en esa profundidad, en ese núcleo, todos somos iguales, como los niños, como los peregrinos...sin atuendo ni medalla que nos engorde y nos impida pasar por la cerradura. Desnudos y puros, delgadísimos, porque nada llevamos encima. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. "Desnudos y puros, delgadísimos, porque nada llevamos encima..."

    Me gusta esa idea tan bonita y posiblemente sincera como beatífica, pero no siempre real, y que si la tuviéramos presente cada día nos haría más buenos. Comparto esa visión digamos espiritual, Francisco. Hay que ir más allá de lo aparente, más allá de las prebendas y de la insaciable y egocéntrica propiedad que tanto perseguimos, más allá de la competitividad y de las relaciones agresivas que nos convierten a los hombres en lobos (mis disculpas para los lobos, pero la frase de Hobbes siempre me obsesionó) Pero ese penetrar no debe ser una mera introspección para tranquilidad de nuestras conciencias -hasta los más opresores y malvados la tendrán- sino también una actitud cotidiana que repercuta, que transforme, que genere vida y fraternidad. ¿Estamos cada uno de nosotros en ello? Vuelven los tiempos malos para la lírica; pero me horrorizaría que de nuevo la épica se instalara en la superficie y en el fondo de los humanos. Aunque visto fríamente, ¿alguna vez han estado disociadas del todo?

    Ten un domingo saludable y provechoso interiormente. Un cordial abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Frente a la fría introspección, mantener una actitud cotidiana que repercuta, que transforme, que genere vida y fraternidad. Estoy totalmente de acuerdo. Por eso entrar es mucho más difícil para los ricos, para los que participan de los dones, para los que forman parte del sistema (egocéntrico y agresivo, competitivo y feroz). Avida dollars. Porque el peligro es quedarse en una filosofía complaciente para poder conciliar el sueño. Comprometerse en la fraternidad no solo de boquilla es la antítesis del sistema que nos lleva a encerrarnos bajo siete llaves para proteger lo nuestro (las prebendas). Es una fuente de contradicción, lo reconozco. Y has puesto el dedo en la llaga. Es necesaria esa conciencia crítica, para poder entregarse limpiamente a la lírica. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Barbara decía:

    "Soyons vigilantes; restons en colère".

    Bienvenido, Fackel.

    ResponderEliminar
  5. Francisco. Creo que redes como ésta favorecen y facilitan el reencuentro entre iguales. Fomentarlo es dejar algo de nosotros para que sea tomado por los demás. Nada hay que perder, ni siquiera la desnudez.

    ResponderEliminar
  6. Siempre das con la frase adecuada, Stalker. Al menos con la que nos respalda. Expectantes, hagamos de nuestra ira -no necesariamente santa, jaj- una construcción. (Santa Barbara dixit)

    ResponderEliminar