Hace ya muchos años, un antiguo compañero de trabajo que vivía en Sabadell, a propósito de su intención de voto cuando había elecciones me decía: para el Parlamento catalán voto a CIU (la derecha culta y civilizada catalana), pero en las municipales voto a Antoni Farrés (candidato comunista). ¿Y eso cómo se come?, le inquiría yo. Respuesta: Porque me parece que la gestión de la comunidad catalana la lleva mejor aquel partido -ya digo que esta conversación fue hace veinte años- , pero a nivel municipal la gestión es honesta y la hace muy bien y eficazmente el alcalde Farrés. Pues bien, Antoni Farrés murió ayer y la escueta noticia me hace pensar.
Cuando leo hoy el obituario de El País sobre Farrés, lo relaciono. Cuenta dicho obituario que en 1996 Farrés echó de su despacho a un constructor cuando le ofreció una cartera con tres millones de pesetas. Cuenta también que cuando anteriormente, en 1995, otro contratista le regaló un décimo de lotería de Navidad el alcalde lo entregó en la secretaría del Ayuntamiento. Curiosamente, el décimo fue agraciado con el segundo premio. ¿Era esta actitud moral de cuerpo entero la que hizo que los ciudadanos valoraran tanto a un alcalde que incluso le votaron cinco veces seguidas? Es para meditarlo.
¿Eran otros tiempos, era otro alcalde, era otra ética? Probablemente hoy haya gente así. Quiero pensar que la hay. El valor íntegro de Farrés se convierte así en un símbolo cuando durante estos días se llevan a cabo una serie de investigaciones judiciales sobre personas, personajes y cargos vinculados al PP por sospechas fundadas de corrupción. Por supuesto que, como se ha dicho, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Yo añado: y si no, al menos se deja tentar y a alto precio. Lo que está saliendo a relucir en España desde hace años es que los negocios han utilizado al poder en cualquiera de sus vertientes, y que muchos poderes se han dejado corromper sin escrúpulo alguno.
Ahora bien, yo lo que quiero resaltar aquí es que no todos son iguales. Hay una expresión simplona y reductora en parte de la opinión pública de que todos los políticos son iguales. Es una frase peligrosa y negadora porque se traduce en que nosotros, los ciudadanos, somos también de ese estilo. Ya que los políticos son gestores y reflejo de la sociedad. Están gobernando los que la sociedad decide que gobiernen, sean cual sea la competencia administrativa que se elija. El tema sería: ¿por qué lo permitimos? No creo que todos sean iguales, al menos no quiero que todos sean iguales. Bueno, pues que cada ciudadano se mire a sí mismo y se reconozca íntegro o sometido a la tentación dispuesta en la que caer si se le propiciara.
Recordar en estos momentos a Antoni Farrés pasa por vindicar el espíritu de la ética de gobierno en tiempos y espacios en los que muchos gestores elegidos están para tratar de sacar provecho a cuenta del bien público. Este espíritu se debe de materializar -no dudo de que muchos alcaldes y concejales sufren lo suyo por ser buenos y honrados gestores-, a pesar de las acechanzas y presiones de los negocios inmobiliarios, industriales o constructores en general, y del amiguismo y el clientelismo partidista. Si las investigaciones judiciales sirven para sacar la porquería, bienvenida sean. Pero que los partidos y entes vinculados a esos personajes corruptos corrijan y reconozcan públicamente sus errores o sus delitos. ¿Es mucho pedir? Pues yo, un simple ciudadano, lo exige. ¿Quién se apunta?
Fackel. Muy oportuno este traer aquí este anecdotario de Farrés. Con la mierda que está saliendo bajo los lustrosos zapatos y trajes Armani de los ilustres invitados a cierta boda megalómana en El Escorial, Farrés es de verdad un símbolo. Y muy bien que lo reclames como espíritu. ¿Cundirá? De todos modos,apuesto a que muchos gestores serán sinceros y honrados. Pero ¿será porque no ha llegado el motivo de la discordia, es decir, la manzana del negocio inmobiliaria o el hiper comercial que les tiente? Apostemos por la honradez, sí.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, me salió de ojo, Juanjo. Venía a pelo para contraponer imágenes del mundo real. Mientras unos van a llenar sus bolsillos, otros dejaron el pellejo. Paradojas. Dos visiones. Dos comportamientos. Dos direcciones morales (o una inmoral y otra ética) Dos Españas.
ResponderEliminarPero apostemos, claro, apostaremos hasta el final por la honestidad.
Un abrazo.