Las heridas nunca acaban en sí mismas. Se llaman unas a otras. Como gargantas. Grandes gargantas que se suceden ululando. Cuidado al acercarse. Cuidado al escucharlas. Las proximidades de una herida son siempre pantanosas, huelen a cieno y su sonido es húmedo y gelatinoso. Contagian el mal del deseo, el mal de querer ser más que el destino, el mal de querer, de querer siempre lo que quiero por encima de todo querer ajeno. Una herida es la guerra.
(De Filosofia en los días críticos, Diarios 1996-1998, de Chantal Maillard. Fotografía de Leopoldo Pomés)
(De Filosofia en los días críticos, Diarios 1996-1998, de Chantal Maillard. Fotografía de Leopoldo Pomés)
Qué texto tan intenso, Fackel, qué maravilla.
ResponderEliminarMe quito el sombrero, claro... abrazos
No tengo prejuicios contra autores. Cuando un trexto me gusta, me gusta. Se llame Lao Tse, Nietzsche, Cioran, Schopenhauer, San Juan de la Cruz, Machado o Aufray. Por citar algunos ejemplos. Los Diarios de la Maillard son la mar de originales. Y si me llegan, me llegan (de momento, llevo poco leído del libro) Ya sabes que la lectura, y por lo tanto la llegada de los mensajes escritos a cada individuo, es un tema de ciricunstancia ultrapersonal. Te afecta cuando encuentra un agujero enorme dentro de ti. La relación entre el autor y su texto y tú mismo es una secreta comunión cuya dimensión es impredecible.
ResponderEliminarSalud.