Y, sin embargo, el hombre que dice No se crece. Incluso en el estertor de su libertad prima, aun débilmente, un vagido residual de su conciencia. Una ligera brizna de esperanza le dice que su energía puede evitar el desenlace funesto. Pero ¿qué puede una sola energía en medio del marasmo inerte? Trata de vadear la ola con un esfuerzo que le rinde. Desafía la presión de los innumerables hombres grises que le arrastran. Pugna por abrirse paso más allá de las ideas que se abandonan y que claudican a las órdenes. Saber que te pueden no debe significar que te anulen, piensa en un osado y contradictorio ejercicio de empecinamiento. ¿Hay alguna clarividencia en los términos de su dudoso silogismo? ¿Existe alguna clave oculta en el pulso entre forzamiento y dejación? El hombre díscolo no quiere renunciar, mientras poco a poco siente que le engulle la vorágine de la mediocridad y de la resignación. Dirige su mirada hacia todas partes. En su observación desesperada busca atormentadamente alguna referencia que le salve. Sabe que salvarse él sería salvarse todos. Y que perecer los demás también sería perecer él. Los destinos son unánimes, van ligados. La salvación individual ya no existe. Permanece la ficción recurrente. Puede huir desplazándose en círculos viciosos, apartarse temporalmente, mirar ciegamente hacia otro lado, incluso jugar con el factor tiempo. Pero la época de las opciones individuales que garantizaban la redención ya pasaron. Estamos embarcados todos en la nave de los necios, se dice a sí mismo. Un gesto del azar, eso desea. Una señal, pero ¿de dónde? ¿De quién? ¿Cabe esperar algo que no sea de tu propio suelo? ¿Cabe confiar en alguna entidad ficticia de la que ni siquiera se sabe si es algo más que simple concepto abstracto? ¿Es posible soñar aún con el renacer de los mejores, como confiaban platónicamente las viejas culturas? ¿Puede recuperarse el instinto colectivo de la supervivencia para empezar de nuevo? Saber que te abducen no tiene por qué significar que te ocupan, se repite. El hombre que dice No vigila desde sus cuarteles de invierno de la incertidumbre.
(Misha Gordin es el autor de la foto)
Feliz Noche, Fackel. Paso por momentos muy delicados y apenas puedo venir a decir algo más que esto. Sin embargo te lo deseo de verdad.
ResponderEliminarNiké M.
Ya lo sé, y así lo siento, Niké. Yo también te deseo a ti calma y fortaleza.
ResponderEliminarFackel.
Excelente texto. Este hombre (hombre y mujer) que dice no es esencial para la supervivencia de la especie y del planeta. Las utopías, los sueños, la disidencia libre, deben animarnos a realizar los cambios que queremos ver en el mundo.
ResponderEliminarUn texto para leer todas las noches.
Enhorabuena
Fondo y forma se amalgaman muy bien en tu texto.
Abrazo grande
Haces que repase textos antiguos, ya ni lo recordaba. Gracias.
Eliminar