"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 29 de mayo de 2008

Travesía


Amanece pronto, o tal vez no es de día todavía, pero yo amanezco. En la oscuridad te veo, veo las líneas finísimas de tus ojos ovalados, la marcación paralela de tus cejas negras, veo los ángulos donde se diluyen tus párpados, veo brillar tus pupilas dulces y me distraigo en ellas. Miro tu cabellera traviesa, tu nuca de seda, tu boca eginética, tu cuerpo fronterizo. Te contemplo como a una koré primitiva que los talleres griegos crearan para hacerla llegar carne y lluvia hasta mis días. Atraviesas la oscuridad hasta mi noche, percibo unos dedos alargados que se desenvuelven precisos y lúdicos sobre el contorno de mis labios, que los afinan, que los alzan hábilmente, dedos que peinan mis cabellos largos y alisan mi barba salvaje, que trazan con sus uñas dibujos de arena sobre el vello de mi pecho. Siento una boca que se acerca sin prisa hasta mis labios, una boca que los mece, una boca que les habla, y a la que mis labios escuchan desvanecidos, y mis labios enmudecen, y mis labios apuntan los susurros que esa boca que cabalga lenta sobre mi boca hace trotar. Advierto el enigma de dos bocas buscándose a través de la oscuridad, la calidez de dos sonrisas compensando la soledad, la arquitectura de cuatro labios restaurando la ausencia. Siento entonces tu cuerpo frágil dejándose caer sobre mi torso que tirita, un temblor que me conmueve, el roce de tus frutos exquisitos al alcance de mi tacto, a prueba de mi gusto. Permanezco inmóvil como si yo fuera la tierra, oferente como si formara parte del limo que hubo siempre en ti, calma aparente y a la vez profundamente sísmica. Palpo la sustancia nutriente de tu aposentamiento sobre mi sangre, tu silencio derramándose sobre los años olvidados, tu despliegue envolvente que a su lado hace mísera cualquier palabra. Tocas mi raíz, siento que hurgas en la raíz, que te adentras en ella, que la afirmas, que la invocas en medio de una inmersión purificadora. Y es en ese momento cuando tu sombra se evapora, y tu sombra se diluye en la luz, y tu luz absorbe la mía. Y es en ese instante cuando se escucha el fragor de dos ímpetus que se rasgan, ajenos al alba.

(Fotografía de Katia Chausheva)





3 comentarios:

  1. Después de intentarlo varias veces, vuelvo a la carga. Realmente quiero que escuches esto, Fackel. Lo han colgado en una blog de poesía, aquí lo tienes:

    http://poesiaenelaire.mypodcast.com/index.html

    Por si hay algún interesado, son poemas leídos por Chantal Maillard e Idea Vilariño. Se pueden escuchar y descargar. Al pinchar, al principio sale publicidad del podcast unos breves segundos, luego empieza el poema.

    Es una maravilla. Ambas.
    Saludos.

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  2. Hacker: caí del caballo. Escucho a Chantal. Desde luego, tienes razón, maravilla es poco. Sigo escuchando. Mística pura (¿y dura?) El lenguaje para llevarte más allá del lenguaje. Verdaderamente impresionado, no digo más. La poesía se hace, además, para ser recitada. Es como si se hiciera carne dos o tantas veces como se quiera. Sigo. Me precipito en la palabra y me dejo acunar en la cadencia...

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  3. Qué bueno, Fackel: por eso quería que escucharas a esta admirable mujer: el verso encarnado en voz te ofrece otra dimensión de los poemas, ya de por sí impactantes. Ruptura en el tono, quiebros en la voz, repentinos silencios que se abren y descorchan el verso desde dentro... ¿qué alquimia será esta?
    Asombro.

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