En algún lugar, la mirada sobre el mar es de ida y vuelta. Por allí partieron los héroes, los aventureros, los fugados, los exiliados, los esclavos, los perdidos, los pescadores sin vuelta...Hay gente que se acerca a las playas o a los malecones a asomarse a la ida imaginada o a figurarse el retorno que no es. La vista no alcanza a superar el giro de la redondez de la Tierra. Ni logra descifrar un mundo que sólo habla para sí mismo. Las olas encrespadas, el litoral erosionado, el vaivén de la línea infinita que se alza y decae, la humedad que cierra el cielo y la tierra, el cromatismo alterno, el uniforme olor salino...son argumentos que escapan a la comprensión de los condenados de este lado. Los visitantes de la orilla celebran el ceremonial de la mirada queda. Escuchan rumores, se sazonan en sus tristezas, callan, sueñan, se abstraen. ¿Cuántos Ulises forzados llegaron a alguna isla, cuántos embarrancaron, cuántos copularon con las sirenas, cuántos fueron despedazados por los listrígones, cuántos fueron cautivados temporalmente por las Calipsos a lo largo de los siglos? El otro mundo no es la costa lejana, la que se supone que emerge más allá de las aguas. El otro mundo es ése, el oceánico, donde el habitante humano es o viajero o náufrago o cadáver. Donde no cabe nadie si no está en tránsito. Donde nada tiene significado sino en la deriva. La mujer y los hombres establecen un día más un diálogo mudo y, después, de dan la media vuelta.
(Leopoldo Pomés fotografió la escena)
(Leopoldo Pomés fotografió la escena)
Y yo decía que no podía ver mucho más.
ResponderEliminarLeyéndote sí,es increible como lo llegas a relatar.,las palabras está claro que el viento n se las lleva.
Besos.
Las palabras que se encarnan...no importa si se las lleva o no el viento...lo importante es que moren en nuestra propia carne. He ahí la cuestión (No lo dijo Shakespeare) Gracias por tu concurrencia.
ResponderEliminarTodo forma parte de nosotros, cada uno va recogiendo, por empatía o por todo lo contrario, imágenes, palabras, momentos, sonidos que va acumulando y que formará inexorablemente parte de su vida…quizá no haya que preguntarse tanto. Abrir los ojos, los oídos y la piel…y aunque no veamos ‘la redondez de la tierra’ la podemos imaginar.
ResponderEliminarBuen día
Sí, Olvido, las preguntas directas muchas veces ya no tienen sentido, son recurrencias en el vacío. Pero uno se puede preguntar de otras manera, aquello que decía Hesse de que que sólo escuchaba la sangre que fluía dentro de él...por ejemplo. Abrir los sentidos, ser receptivos, dejarse empapar...incluso esperar...de todo ello. He ahí las verdaderas preguntas. Gracias y buenas noches.
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