El hombre tiene necesidad de huir del ruido. Demasiado movimiento a su alrededor, excesivo deambular, disparatada vorágine en las horas que al final del día se le fugan de las manos. Recuerda la frase de Pascal...la desgracia del hombre proviene de una sola cosa, y es el no saber permanecer en reposo en una habitación...La escuchó hace tiempo de labios del protagonista de La peau douce, una película del gran Truffaut que le sigue pareciendo una modernidad. No desea convertirse en un profesional de la contemplación, pero añora los instantes calmos, casi imposibles. Siente una inmensa necesidad de vaciarse de lo superfluo, de aligerarse de aquello que no le dice, de descansar de la presión sobre las sienes que percibe desde que se levanta hasta que se acuesta, de desindignarse acerca de lo subsidiario. Aunque confía en los sueños como una separación del ritmo cotidiano, sabe que no es sino calma chica. Insuficiente. A veces, ni siquiera los sueños funcionan, y el insomnio dinamita la quietud y la mansedumbre. Él anhela otra cosa. Derivar a un apartado silencioso, sustraerse a la agitación, parar. Las fugas de su infancia hacia la soledad, ¿no pueden ser posibles nuevamente en el marasmo que le vapulea? Las viejas imágenes en las que se contempla a sí mismo al atardecer tumbado en las arboledas solitarias, junto a arroyos olvidados o bajo higueras donde nadie más se acogía le reclaman y le exigen. Los infinitivos del verbo se prenden. Detenerse del compromiso. Resistir al cerco. Reposar. Escucharse en el silencio profundo que habita sus entrañas.
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Vaya, me siento plenamente identificada con los deseos que expresa este post.Recuerdo, con nostalgia, los momentos en los que era capaz de disfrutar plenamente de un color, de una luz, de un aroma, de una brisa. Ahora me sorprendo si por suerte consigo un instante, sólo uno, en el que recupere aquel estado, que creo debe ser de gracia. De ahí el sentimiento de alienación constante que flota sobre mi cabeza y la búsqueda de los sueños como escape( insuficiente, por cierto). Habría mucho que analizar sobre las causas de esta incapacidad, de esta desgracia, aunque para ser sincera, creo que las sé.Pero me nublan la vista y demás sentidos.Saludos algo perplejos.
ResponderEliminarUno se siente reconfortado cuando escucha expresiones de otras identidades, que son aproximaciones. Gracias. Es que esto de hacernos mayores lo ha complicado todo mucho, ja. Sueños versus sentimiento de alienación...Lo entiendo, lo practico (Para meditar) Todos estamos algo perplejos de nuestro propio caminar, no pasa nada. Eso muestra la dinámica de la vida interior, ¿no?.
ResponderEliminarLeo hasta el primer punto y no puedo evitar que me recuerde aquella oda de Fray Luis de León que comenzaba
ResponderEliminar¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo...
Y a mí me ha recordado una película silenciosa: "El silencio" de Bergman. En ella el silencio es opresivo. Un silencio profundo del que no tiene palabras para el otro, del que no entiende nada de lo que los otros hablan. El enfermo. El que vive -en soledad- un gran dolor.
ResponderEliminarPero sí, yo también quiero el otro silencio: el que nos aisla por el tiempo preciso de todos aquellos barrotes que nos hemos ido construyendo voluntariamente, como el que se suicida hipotecándose (Schlink). Un saludo y mis mejores deseos para tu vida este año.
Francisco. Uno no desea el silencio opresivo ni impuesto sino el liberador y el elegido, claro está. Sin silencio no hay encuentro con uno mismo. Y si uno no se halla la armonía quiebra, la unidad múltiple se parte, la energía se dispersa. Pero ésta es la historia nuestra, al fin y al cabo. La búsqueda de los encuentros a través de los desencuentros, incluídos los de uno con su Yo. Qué paradoja. Gracias por sugerirme la película de Bergman que, o no la recuerdo o no la he visto. La buscaré. Y sí, creo que la soledad del enfermo es lo más duro, es aquello del silencio de Dios. Que podría complementarse con aquello otro de Sartre: Dios es la soledad de los hombres. Uno quiere otro silencio, otra soledad y otro encuentro. No podemos escapar del destino, probablemente, pero sí plantar cara a los mitos y sugerirles una negociación. Disponer de nuevos conceptos, reelaborar nuestro pensamiento en tránsito y siempre cambiante,¿tal vez? ¿O no? Nada nuevo bajo el sol y uno se estremece. Que el Año te sea grato y a cuidarse mucho de los Idus...¿de marzo? jaj
ResponderEliminarAh, Francisco, trataré de leer a Schlink, en su día El lector me gustó. Gracias.
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